Luis Ventoso-ABC
- Los militares retirados confunden su papel y ofrecen una coartada victimista al Gobierno
En España estamos viviendo bajo una simulación. Merced al dominio mediático de la izquierda, casi absoluto en las televisiones, se nos intenta hacer creer que la sociedad española comparte encantada la deriva del actual Gobierno, incluso en su extremo más grave: la alianza con los separatistas y el entreguismo ante ellos, que puede comprometer la unidad del país. Estamos inmersos en una pesadilla que hace solo dos años consideraríamos inconcebible. Un vicepresidente del Gobierno español, el líder comunista Iglesias, alardea de que Bildu -sucesión política de la sanguinaria ETA- y ERC -el partido que impulsó el golpe de hace tres años en Cataluña- se han incorporado a «la dirección del Estado» (¡un Estado que aspiran a destruir!).
Pero jugando con fuego siempre te chamuscas. La realidad es que tras la fachada de cartón piedra de la propaganda gubernamental late un enorme malestar en la sociedad española. La ciudadanía anónima observa con creciente irritación cómo un ególatra instalado en la amoralidad táctica, Sánchez, está rifando España al mejor postor para conservar su puesto. Además, su Gobierno comienza a acumular preocupantes ramalazos autoritarios, como su aceptación de la mentira como herramienta política, sus intentos de acogotar a los jueces y la prensa crítica, y el sometimiento al yugo partidista de instituciones que nos pertenecen a todos los españoles.
En este contexto, el enfado se extiende entre muchos grupos sociales y profesiones, incluidos los militares. Los que están en activo guardan el obligado silencio, como debe ser. Pero los ya retirados han comenzado a expresar en público su oposición al Gobierno. Primero con sendas cartas al Rey y al Parlamento Europeo (amén de en un chat privado que ha trascendido). Y ahora con un manifiesto rubricado por 271 militares retirados, que encabezan dos tenientes generales y un almirante. En su texto aciertan en el diagnóstico y en lo que denuncian: los riesgos para la unidad de España, el acoso al Rey, el intento de someter al poder judicial, las gracias a terroristas a cambio de apoyos políticos, o los planes de ingeniería social para imponer un pensamiento único, como la mal llamada «memoria democrática». Pero aunque su alerta sea certera, el paso resulta desacertado. En una democracia del primer mundo, como es todavía la española, para denunciar todo eso ya disponemos de partidos políticos, de la prensa y de las iniciativas de la sociedad civil. Sería aceptable que esas personas, haciendo uso de su derecho a la libertad de expresión, manifestasen a título personal sus quejas y denuncias. Pero ver a una agrupación de militares, aunque ya no estén en activo, lanzando un manifiesto contra el Gobierno, que nos guste o no ha sido el elegido libremente por los españoles, es una música decimonónica que suena muy mal. Además, sirve en bandeja una mascaradas victimista a los culpables de esta degeneración, Sánchez e Iglesias, felices con la maniobra de distracción que se les brinda.