PEDRO CHACÓN-El Correo

  • El PP habría querido mostrar su proximidad al modelo político británico. El problema es la fórmula y ocasión elegidas para hacerlo

Con motivo del fallecimiento de la reina Isabel II de Inglaterra, los presidentes de las comunidades autónomas de Madrid y Andalucía, Isabel Díaz Ayuso y Juan Manuel Moreno Bonilla, han decidido demostrar el afecto y el pesar de madrileños y andaluces hacia el pueblo británico con el recurso a la declaración de días de luto oficial en sus respectivas comunidades: tres en el caso de la madrileña y uno en el de la andaluza.

Cuesta mucho entender esta iniciativa. Porque una declaración oficial de luto implica un gesto político relevante de la jefatura política de una comunidad, más allá de lo que cada uno de sus ciudadanos pueda sentir, con toda legitimidad y derecho, por el fallecimiento de una de las grandes personalidades políticas e históricas del siglo XX.

Nadie discute la relevancia de la fallecida. Lo que se discute es la oportunidad o, mejor dicho, la pertinencia política de semejante declaración. Para el caso madrileño, podría entenderse por la particular refriega que mantiene su presidenta con las izquierdas en dicha comunidad y, por extensión, con las ministras de los ministerios respectivos, en las políticas de género y de igualdad. Isabel Díaz Ayuso, con esta declaración, podría pretender demostrar que no es necesario ser de izquierdas para tener, como mujer, un papel relevante en la sociedad. Y el ejemplo de la reina británica lo pondría de manifiesto. Pero esta razón es la menos presentable en este caso, porque solo se explica desde la trifulca en la que Isabel Díaz Ayuso se mueve como pez en el agua con sus adversarias en la Comunidad de Madrid y con las ministras del ramo en el Gobierno del Estado y siempre a mayor gloria de sus ambiciones políticas.

Pero como a la iniciativa se ha sumado luego, con una especie de vergonzante único día oficial, el presidente andaluz, entonces es impensable que tal sincronización no se haya dado con el visto bueno del presidente nacional, Alberto Núñez Feijóo. Y aquí habría que pensar entonces en la necesidad, por parte del PP, de una afirmación monárquica, en el sentido de que la institución real, puesta en cuestión en España por las izquierdas -y no digamos los nacionalistas-, demostraría en el caso británico su compatibilidad con la democracia y el parlamentarismo (con permiso del reino de León que, bajo Alfonso IX en 1188, fue la cuna del parlamentarismo europeo, reconocido por la Unesco en 2012). Ambos presidentes de Madrid y de Andalucía, como cabezas más visibles de la política del PP, habrían querido demostrar así, en nombre de Feijóo, la proximidad de la derecha española al modelo político inglés, por liberal, monárquico y parlamentario. El problema es la fórmula y ocasión elegidas para hacerlo.

Porque ahora vamos con las cuestiones que esta iniciativa no ha tenido en cuenta. La primera, ¿se dan cuenta en el PP de Feijóo del precedente que han establecido? ¿Se imaginan que el lehendakari hubiera hecho algo semejante? ¿La que le habría caído encima? Y eso que el PNV, desde su mismo origen, demostró mucha sintonía con el régimen británico. Recordemos, por citar solo un ejemplo, el telegrama que envió Sabino Arana a Lord Salisbury, jefe del Gobierno de su majestad, con motivo del final de la Segunda guerra anglobóer en 1902, en la que le felicitaba porque de ese modo «aquellos pueblos hallen ventaja bajo suave yugo Gran Bretaña».

Pero la pifia definitiva es que esta derecha, que se considera a sí misma la más cuidadosa con los símbolos nacionales y la más celosa de la idea de España, no ha reparado en lo que significa Gran Bretaña como símbolo, y en su cúspide simbólica su casa real, respecto de España.

A Gran Bretaña, además de su egoísmo antieuropeo, culminado con el Brexit, le debemos la paternidad (dime de qué acusas y te diré qué escondes) de la llamada ‘Leyenda negra’ por la que la monarquía hispánica y su labor civilizadora se vio sometida a una propaganda intensa y sostenida en el tiempo, que colocó su imagen y la labor de sus misioneros y conquistadores (muchos de ellos, como sabemos, de origen vasco-navarro) en el centro de todas las insidias por su sadismo, crueldad y desprecio por las poblaciones de otras latitudes. Gran Bretaña, aprovechando la Guerra de sucesión por el trono de España, tomó posesión de Gibraltar en 1713 y allí se quedó hasta hoy. Y sin duda que veremos al nuevo rey británico, Carlos III, y a la reina consorte Camila visitando el Peñón.

El episodio ha sido calificado ya de extravagante o disparatado. Pero creo que es más que eso. Ha demostrado el nulo sentido patriótico de nuestros partidos políticos, por la escasa o ridícula reacción de las izquierdas y porque el PP, que se querría haber erigido como el tuerto en el país de los ciegos, ha vuelto a demostrar su legendaria nulidad en el ámbito cultural y simbólico.