Juan Carlos Girauta-ABC

  • Evita el Yolanda si vas a juzgar una reforma de la reforma laboral, terreno poco propicio a arrebatos y arreboles

La ministra Díaz es una persona encantadora. Pero también lo es mi urólogo y no le pediría que me mirase las muelas. A lo tuyo, Yolanda. Por cierto, ¿la conocen personalmente todos los que se ciñen a su nombre de pila? Pasa con el de Yolanda que el hincha enseguida se pone tontorrón porque le evoca la canción de Pablo Milanés: «Esto no puede ser no más que una canción. Quisiera fuera una declaración de amor». Y vaya si se le han declarado en los papeles. Dicen que nos va a cuidar a todos y cosas por el estilo. Contente, periodista del régimen, y sal de tu adolescencia, pegadiza para ti y pegajosa para el resto.

Te adhieres al nombre de pila y produces una Evita. Evita el Yolanda si vas a juzgar una reforma de la reforma laboral, terreno poco propicio a arrebatos y arreboles. No me peronices, a estas alturas de la posmodernidad y de Europa, un liderazgo en ciernes, que los populismos carismáticos luego se enquistan y te arruinan el siglo. Mira, si hay que charlar con la adorable Yolanda de cualquier cosa, se charla. En plan Garamendi. Pero si vas a hablar de política en serio, trátamela de ministra Díaz y déjate de melindres. Si no, tú mismo, detrás de ella vienen Colau y Oltra. Peor aún, con ella viene Piketty.

El economista de la desigualdad propone un impuesto con un tipo del 80% para las grandes fortunas. Normal que la ministra y vicepresidenta, que apunta al 90%, se acoja a sagrado en este insufrible neoliberalismo salvaje. Tan salvaje que el sector público solo pesa la mitad del PIB, cuando el gurú Piketty, alias ‘El Desigual’, lo desea en dos tercios. A Díaz le parecerá poco, pero a fin de cuentas el 66,6 (número de la bestia desigual) está más cerca del anhelado 100% que lo de ahora. Colocaré aparte a Yolanda y apelaré a Díaz:

Le ruego tenga presente, ministra, lo que tantos economistas denunciaron una vez leído ‘El capital del siglo XXI’, obra cumbre de Piketty ‘El Desigual’. Allá voy. Los cálculos de su base de datos «están sesgados» para producir «la ilusión de grandes cambios estructurales en la desigualdad» (Taleb). «Llega a conclusiones grandiosas a partir de datos muy limitados» (Clive Croock). Diego Sánchez de la Cruz recogió en ‘Libre mercado’, poco después de publicarse la obra del francés, muchos de sus errores de bulto, pronto descubiertos (dada su grosería) por eminentes economistas e instituciones.

Ni que decir tiene, la prensa amiga, que condena libros al infierno de las ‘fake news’ por una preposición ambigua, absolvió en España al Desigual, presentando sus errores como irrelevantes. Pero no. Sus errores son como los del tendero Manolo: siempre se equivoca para el mismo lado. Así, el salario mínimo no se habría movido entre 1980 y 1990, cuando lo cierto es que aumentó un 27%. Bajo el mandato de Bush hijo también habría estado congelado, cuando en realidad se incrementó en un 41%. Naderías, Yolanda. Se le ve el plumero, Díaz.