Dignidad, miedo y pucheros

 

Todo el mundo tiene derecho a tener miedo, pero las instituciones vascas deberían apoyar a los que tienen más dignidad que miedo; porque también en la oposición a los mecanismos del terror hay un efecto didáctico. Si no daba lo mismo oponerse a Franco que no hacerlo, no puede dar lo mismo negarse a pagar a ETA que soltar el dinero.

Las armas de destrucción masiva incautadas al grupo terrorista ETA en el suroeste de Francia se compran con dinero. Cualquier experto policial sostiene que el dinero es requisito indispensable para una organización terrorista. Sin dinero no hay atentados. De manera que no puede ser lo mismo dar dinero o no darlo a un grupo asesino. Es perfectamente entendible que una persona, sometida al chantaje insuperable del secuestro de un hijo, por ejemplo, pague lo que le pidan los secuestradores, con tal de salvar la vida de su ser querido. Es entendible que alguien, presionado por la didáctica implícita de la muerte, decida pagar, aún a sabiendas de que con su dinero está sufragando los gastos inherentes a una estructura criminal. Pero si entendemos esas actitudes, ¿qué podemos decir de la gente que se ha negado a pagar la extorsión a ETA? ¿Cómo valorar a gentes como Juanito Alkorta, que hace más de treinta años dijo que no pagaría a los criminales y que, si querían ir a por él, le encontrarían los domingos, en el estadio de Atotxa, viendo a la Real? ¿Cómo apreciar el coraje insuperable de gentes como José María Korta, asesinado por negarse él a pagar y pedir a sus colegas que hicieran lo propio?

Los cocineros que han sido citados por la Justicia insisten en decir que ellos sólo quieren que la gente sea feliz. Esta actitud es atribuible a cualquiera que tenga un negocio y quiera vivir de él a base de dar satisfacción a sus clientes. Desde los vendedores de muebles y electrodomésticos que hacen la vida más agradable hasta los productores de vinos, agencias de viajes o directores de cine -la lista sería interminable- todos quieren hacer la vida más feliz a sus clientes porque saben, entre otras cosas, que de esa felicidad depende su negocio. No es eso lo que se pone en cuestión ahora. Se trata de dejar claro que si todos los sectores de la sociedad vasca toman los asesinatos como cuestión propia, los espacios de impunidad de los criminales se reducen antes. Se trata de establecer que si los diversos gremios saltan como un resorte cuando se asesina a uno de sus integrantes -o, mejor, antes-, el negocio de la muerte se habría acabado hace tiempo. Se puede entender que alguien pague a los criminales impelido por el miedo, pero si los que pagan a ETA son víctimas de extorsión ¿cómo podemos calificar a los asesinados por ETA? Si se muestra apoyo a presuntos extorsionados, ¿qué se debería haber hecho con tantas víctimas mortales realmente existentes?

En tiempos de la dictadura franquista -por cierto, ¿conocen a alguien que reconozca que la apoyó?-, mucha gente vivía divinamente en medio del espanto moral que nos llevaba a la cárcel a los que luchábamos contra aquel horror. Gente que hacía sus negocios, que no se metía en política y pensaba que los que vencían el miedo eran gentes locas, o con afán de protagonismo, o pagados por Moscú. Hay en el nacionalismo vasco gobernante un reproche a quienes no lucharon contra la dictadura de Franco. Bien, ¿por qué esos nacionalistas -por cierto, la inmensa mayoría no se mojó ni en la ducha- no entienden que entonces hubo gente con miedo, y utilizan el miedo ahora como eximente de los que no luchan contra ETA? ¿Están reconociendo que esta dictadura de ETA es peor que aquélla, que produce más miedo paralizante?.

El Gobierno de Ibarretxe ha mostrado con urgencia su apoyo, cálido, cercano, a las víctimas de la extorsión. Bien, entonces ¿por qué aquel desprecio, aquellos insultos del PNV hacia tantas y tantas víctimas del terrorismo, por qué esa negativa durante tanto tiempo a reconocerlas en lo humano y en lo político?

Hace unos días, unos simpatizantes de ETA asaltaron el Ayuntamiento de Andoain, localidad guipuzcoana en la que en los últimos años han sido asesinados Joseba Pagazaurtundua y José Luis López de Lacalle. ¿Por qué aquella agresividad por parte del PNV contra estas dos víctimas mortales, que también trataban de que sus vecinos vivieran mejor y fueran felices, por ejemplo, en libertad? ¿Por qué esa parsimonia en el envío de la Ertzaintza?

Tengo amigos y afectos entre los cocineros que ahora son noticia, por eso me parece de justicia subrayar que no es lo mismo lo que en su día hizo Pedro Subijana -asistir a una concentración de protesta contra el secuestro del empresario José María Aldaya- que lo que hizo Juan María Arzak, que siguió participando en la Korrika pese a estar rodeado de pancartas de apoyo a los presos de ETA. ¿Qué gran servicio a la democracia, en un país en el que hablamos de comida antes durante y después de comer, hubiera prestado una foto de todos los cocineros, con sus gorros y delantales inmaculados, diciendo algo tan sencillo como ‘No se mata’. Fernando Savater se lo pidió en su día. ¿Qué gran servicio hubieran prestado a la lucha por la libertad futbolistas, gentes de la cultura; no sé, médicos, abogados, notarios y lo que ustedes quieran añadir, diciendo, alto y claro ‘No se mata’. Contribución a la lucha por la libertad, para que nadie más tenga miedo.

Pero claro, hemos tocado la madre. Hemos tocado el dinero y con eso, como con las cosas de comer, no se juega. Son bastantes los medios que tienen algún tipo de vinculación con los cocineros vascos y quizás por eso se ha bajado el diapasón de las críticas; además, quien más quien menos ha pasado un momento agradable en esos restaurantes y eso dificulta la crítica. Si en vez de cocineros fueran fabricantes de tornillos, a lo mejor la cosa no había armado tanto revuelo.

Todo el mundo tiene derecho a tener miedo, pero quizás las instituciones vascas deberían apoyar a los que tienen más dignidad que miedo; porque también en la oposición a los mecanismos del terror hay un efecto didáctico, que, en este caso, nos hace mejores. Si no daba lo mismo oponerse a Franco que no hacerlo, no puede dar lo mismo oponerse a ETA que no hacerlo, negarse a pagar que soltar el dinero. ¿Cuántos empresarios vascos viven hoy en Andalucía, Canarias, Levante, Cantabria, La Rioja… por haberse negado a pagar la extorsión? ¿Puede el Gobierno vasco darles su apoyo en términos, como mínimo, tan enfáticos como los expresados con los cocineros?

El terrorismo nacionalista esta en fase terminal, pero puede asesinar todavía. Si los terroristas están tan mal es gracias a la eficacia policial, a las medidas judiciales, a las decisiones políticas y a los hombres y mujeres que un día decidieron tener más dignidad que miedo. Ojalá no tenga que pasar un siglo para que esto se reconozca.
José María Calleja, EL DIARIO VASCO, 20/10/2004