Una dimisión o es irrevocable y de efectos inmediatos o no es una dimisión. Puede ser un amago, una estratagema, una desmoralización pasajera, una forma de superar una dificultad, un globo sonda, pero no una auténtica renuncia. Cuando un desistimiento es verdadero no se anuncia su posibilidad y se deja para cinco días después la decisión definitiva. Si lo que pretende Pedro Sánchez con su lacrimosa carta es generar una corriente de compasiva simpatía hacia su persona, corre el serio riesgo de obtener lo opuesto y despertar el hartazgo de una ciudadanía fatigada por sus muchas contradicciones y mentiras. Si uno quiere dimitir de un cargo no siembra la duda sobre si hará efectiva esta medida tras un período de reflexión junto a su abnegada esposa, simplemente envía un escrito notificando a quién proceda que abandona la poltrona, recoge sus pertenencias del despacho, las coloca en una caja de cartón, mira emocionado la fotografía de la santa cónyuge y de los retoños en aquel lejano verano feliz de playa y sol antes de depositarla sobre los demás enseres amontonados, se despide cálido y amable de sus colaboradores, cariacontecidos los que son de libre designación, más tranquilos los que tienen una plaza en propiedad por oposición y se dirige con paso firme hacia la puerta, que deja abierta para su sucesor.
Si la que acusa de un delito ante un tribunal es una entidad clasificada por el Gran Resiliente como fascista el tema debe ser archivado automáticamente por fundado que esté y por sospechoso que aparezca
La misiva urbi et orbi del inquilino de La Moncloa a los españoles abunda tanto en incoherencias y falsedades que es imposible aclarar si Sánchez cree todo lo que dice, variable según su conveniencia de cada coyuntura, en cuyo caso es un enajenado, o suelta conscientemente e intencionadamente una trola tras otra, siendo entonces un sujeto inmoral y nada digno de confianza. No se puede mirar a su señora ni siquiera de reojo, pero sí es legítimo azuzar a la prensa afín y a la fiscalía europea contra el padre, el hermano y la pareja de Isabel Díaz Ayuso. Él es un campeón de la verdad y de la buena educación aunque afirme una cosa y su contraria en el corto período que separa el día de reflexión del siguiente a la apertura de las urnas y se permita ignorar al líder de la oposición en la sesión plenaria del Congreso en la que aquél intenta obtener la investidura lanzando a responderle a un jabalí parlamentario de largos y punzantes colmillos. Los medios que le critican son ultraderechistas confabulados contra su progresista programa, pero los que él tiene domesticados y que destrozan todos los días a la alternativa de gobierno sin asomo de objetividad son seráficos ejemplos de rigor informativo. La colocación en puestos clave de la fiscalía a togados afines sin que importen su idoneidad para el puesto o su competencia en escandalosa proporción es una muestra de respeto a los principios de neutralidad y mérito, pero si un juez de instrucción abre diligencias previas sobre vidriosos asuntos de eventual tráfico de influencias y corrupción entre particulares que afectan a su amada media naranja hay que desgarrarse las vestiduras y derribar las columnas del templo de la justicia. Una denuncia no es válida porque los hechos señalados sean reales y constatados, sino en función de que provenga de un medio de comunicación que Sánchez considere derechista o de otro al que atribuya timbre de progresista. Si la que acusa de un delito ante un tribunal es una entidad clasificada por el Gran Resiliente como fascista el tema debe ser archivado automáticamente por fundado que esté y por sospechoso que aparezca.
El pseudodoctor es un hábil especialista en revolverse en una baldosa y en la práctica del ataque como mejor forma de defensa. Tras el fiasco experimentado en las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo, se le dio por amortizado y se creyó que sólo le quedaba esperar resignadamente la derrota en las próximas elecciones generales. Su treta fue la convocatoria anticipada del 23 de julio descolocando a todo el mundo, la oposición, sus socios de gobierno de coalición y sus aliados nacionalistas y bilduetarras. Después de quedar por debajo del PP, montó el variopinto y abigarrado tinglado que le sostiene en el poder, pero le obliga a continuos malabarismos que mantienen a España en la inestabilidad política, la inseguridad jurídica y el retroceso económico.
Tampoco hay que descartar que se le venga encima un escándalo aún más demoledor que el de las martingalas de doña Begoña como conseguidora
Es más que posible que su apelación directa a sus conciudadanos sea su última pirueta para sembrar el desconcierto y aumentar la división social y la confusión mientras prepara su continuidad al frente del Ejecutivo como un sacrificio personal al servicio de la Nación. Tampoco hay que descartar que se le venga encima un escándalo aún más demoledor que el de las martingalas de doña Begoña como conseguidora, quizá ligado a la intervención de su móvil por hackers marroquís, al caso Delcy y su misterioso equipaje o a derivaciones letales de la trama Koldo y que la amenaza de dimisión tenga como objetivo forzar un cierre de filas en su partido antes de que estalle una traca insuperable. La vida política de este aventurero al que la suerte y su desmedida ambición han elevado a un cargo muy por encima de sus magros méritos ha sido una permanente huida hacia adelante que sólo puede acabar estrellándole contra su propia osadía a la vez que sume al país en el desprestigio y el fracaso.