TONIA ETXARRI-EL CORREO

La vicepresidenta de la Generalitat valenciana y consejera de Igualdad, Mónica Oltra, imputada por haber encubierto, presuntamente, a su exmarido sobre los abusos sexuales cometidos contra una menor tutelada, se aferra al cargo y no piensa dimitir. Investigada por un asunto tan sórdido y sucio como el del abandono de menores, prevaricación y omisión del deber de perseguir el delito, ha puesto al presidente valenciano entre la espada y la pared.

Compromís ya ha advertido a Ximo Puig de que la destitución de Mónica Oltra supondría la ruptura del Gobierno valenciano. Así es que si tiene la tentación de cesar a su vicepresidenta, se rompe el pacto del Botánic. Pero ante el auto demoledor del Tribunal Superior de Justicia de Valencia, a Mónica Oltra no le quedan más que dos salidas: o dimite o la cesan.

Eso fue lo que ella exigió a Francisco Camps y a Rita Barberá. De los cuatro trajes del presidente de la comunidad se llegó a demostrar judicialmente que se los pagó él de su bolsillo. De la acusación de blanqueo con cuotas de 1.000 euros contra Rita Barberá, el caso quedó archivado. Se trata de aplicar el mismo rasero que ella utilizó contra sus adversarios políticos por otros delitos de menor alarma social. Por supuesto le asiste la misma presunción de inocencia que ella negó a los demás infligiéndoles la pena del telediario y arruinando sus carreras políticas. Y en los dos casos, hubo dimisiones. Pero, por un mínimo de coherencia, ya no digo que por dignidad que no se le supone, debería haber dimitido ya. Y si no, a pesar de las amenazas de Compromís, el presidente Ximo Puig debería cesarla para no degradar la imagen del Gobierno valenciano. Mónica Oltra se ha convertido en un lastre para la Generalitat. Ximo Puig no debe ponerse de perfil. Se trata de un caso de abusos, de agresión sexual cometido por su exmarido contra una menor tutelada por el que ya se le condenó a cinco años de prisión. Un delito repugnante perpetrado cuando Oltra era consejera de Igualdad.

Dimisión o cese por coherencia. Ya no sólo por el rasero que tanto Puig como Oltra aplicaron en los casos de sus adversarios políticos sino porque en los propios estatutos del partido al que pertenece la vicepresidenta valenciana, Iniciativa, se contempla la dimisión y suspensión temporal de militancia en casos relacionados con abusos sexuales y comportamientos machistas.

Pero Oltra se sube a un molino de viento para combatir, dice, contra el fascismo imaginario obviando que no hay mayor corrupción moral que la de aprovecharse de un ser tan vulnerable como una niña tutelada. Hay que tener cuajo.

Lo peor de este sucio episodio, en el que la víctima fue sometida a una campaña de desprestigio por haberse atrevido a denunciar los hechos, es el silencio clamoroso de las neofeministas de tercera generación. Las ministras de La Moncloa y las activistas en general. Que no se han manifestado para decirle a esta niña «hermana, yo sí te creo», por ejemplo. ¿Qué estarían diciendo si la imputada por delitos similares hubiera sido una vicepresidenta de la derecha? Las calles estarían ardiendo. En este caso, parecen un desierto.