Dirección prohibida

MANUEL MARTÍN FERRAND, ABC 13/04/13

· Mas, un gran pícaro de la política, aliado con los mejores bufones del ramo, le ha tomado la medida al Gobierno, y así va sentando las bases de un Estat Catalá.

Quienes hablan de una reforma constitucional como la medicina óptima para el remedio del desmoronamiento del Estado y la anemia de la Nación, algo que está en curso, suelen olvidar que el modo de conseguir una buena Ley nueva es arrancar del estricto cumplimiento de la vieja que se trata de sustituir. La certeza jurídica –¿han oído hablar de ella?– no se da por estos pagos; pero sin ella, sin lo que aporta de rigor intelectual y orden social, es muy difícil que nada prospere. Desde la Constitución vigente, según creo y me confirman algunos maestros del género, no es posible la organización de una Cataluña independiente desde los despachos y con los medios que el pródigo Estado español ha puesto a disposición de la administración autonómica correspondiente. Así se está haciendo y es algo tan disparatado como utilizar, en razón del glorioso pasado textil catalán, el Palaudela-Generalitat como taller para tricotar. Artur Mas, un gran pícaro de la política, aliado con los mejores bufones del ramo, le ha tomado la medida al Gobierno de Mariano Rajoy y así, con más rapidez de la que parece, va sentando las bases de un EstatCatalá. Ya tuvimos uno que se disipó antes de que el aire dispersara el humo de la pólvora de un cañón de juguete; pero, como marca el destino, la ignorancia de la Historia verdadera conduce al independentismo catalán –un interés antes que una idea– a repetirla sin más variaciones que las exigidas por las circunstancia ambientales.

Mientras tanto, en el Sur, la Junta de Andalucía –un caso singular de socialismo perpetuo y folclórico– rompe la Constitución por sobredosis de fervor social y, en gran proclama contra la propiedad privada, pretende que la tenencia de un piso vacío sea «antisocial». Ni los progres de salón de cuando el 68 llegaron tan lejos. Negar la propiedad privada es un disparate clásico, con solera en el muestrario del pensamiento político; pero cuestionar su uso es una gran innovación que, eso sí, quiebra los supuestos sobre los que operamos y, con más imprecisión de la deseable, fruto del cambio de cromos que supuso la Transición, le niega a las personas su albedrío. Algo que, en este Viejo Continente y en sus islas próximas, parecía superado.

Lo inconcebible, más raro todavía que los casos señalados en los párrafos precedentes, es que el Gobierno, instalado en una cómoda mayoría absoluta respaldada, aunque sea de tapadillo, por el líder de la oposición, no obra en consecuencia. Resultan más inteligibles y lógicos los deseos de las tribus de Mas y Griñán que la pasividad –¿genial o irresponsable?– de quien tiene como tarea principal la salvaguardia de la unidad y los intereses del Estado. Unos por acción y el otro por omisión empujan en la misma dirección. Dirección prohibida.

MANUEL MARTÍN FERRAND, ABC 13/04/13