IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/07/16
· En el bolsillo de un traje olvidado en el hotel Majestic, Rajoy se ha encontrado diez votos nacionalistas en buen uso.
En algún perchero del hotel Majestic, allá en el Paseo de Gracia, se le debió de quedar olvidado a Rajoy el traje de hacer política de ajuste fino. Quizá se lo acercase a La Moncloa Quico Homs cuando fue la semana pasada a mendigar la subvención parlamentaria de Convergencia, ese antiguo partido rico que ahora no tiene dinero para pagar los gastos de campaña.
Veinte años más tarde, el terno de los pactos de Aznar con la burguesía catalana aún le cuadra al presidente, quien al probárselo se encontró en los bolsillos diez votos nacionalistas en buen uso, restos de una época de entendimiento que alguien se dejó sin duda olvidados. Ha llovido mucho desde entonces pero no lo bastante para arrastrar bajo los puentes el convencional pragmatismo del mercadeo parlamentario.
Haciendo de la necesidad virtud, el marianismo se ha entregado al encaje de bolillos, al fin y al cabo una especialidad gallega. De la ría de Camariñas, concretamente, donde el entonces vicepresidente se curtió en la gestión de crisis con la marea negra del «Prestige». El estereotipo presidencial del lector de Marca se ha quebrado en una sorpresiva actividad negociadora y la reconversión provoca un descoloque generalizado. Quienes acusaban a Rajoy de quedarse quieto le reprochan ahora que se mueva.
Quienes le instaban a entenderse con «sus afines» protestan de que siga el consejo. Quienes reclamaban que los diputados catalanes no quedasen en el limbo político se quejan de que alguien los baje a la tierra. Es lo malo que tiene la política de Twitter, la de las consignas pensadas sólo para el ritmo fugaz de los mensajes de las redes: envejece demasiado rápido.
El discurso circular, y por tanto contradictorio, se ha instalado en la política española. Es el síntoma más claro de su falta de solidez, de su presentismo compulsivo. En cuestión de horas los líderes sostienen una cosa y su contraria. El Gobierno cierra un pactito con un tipo al que tiene denunciado ante la justicia y sus adversarios le recriminan que salga del bloqueo que según ellos había provocado por negarse a hablar con los interlocutores que ha acabado aceptando. Los socialistas denuncian un acuerdo que de ampliarse les aliviaría de su gran aprieto ante la investidura; ellos, capaces de pactar con Ada Colau, Esquerra y los anarcotrotkistas.
El partido Ciudadanos, beneficiado con dos sillas en el trato nefando, se rasga las vestiduras como el capitán Renault en el casinillo de Casablanca: sus ganancias, señor. Y todos, a la vez que rechazan la hipótesis de las terceras elecciones, se apresuran a tapar cualquier salida que alguien trate de abrir para evitarlas.
Si alguno de estos cráneos privilegiados tiene un remedio, una idea, una providencia, debe ponerla de inmediato sobre la mesa. Lo que no sirve es la política del perro del hortelano. La de un problema para cada solución y un veto para cada propuesta.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 21/07/16