ABC-LUIS VENTOSO

Sánchez, el gran regenerador, ya ha perdido a dos ministros por chanchullos

CIERTO, la acumulación de casos de corrupción en el PP se había vuelto hedionda, con exdirigentes destacados desfilando por la cárcel. Por su parte el PSOE también arrastraba su costra: el robo de los ERE de los parados andaluces por importe de mil millones, el mayor escándalo de nuestra democracia; o los hitos de mangancia de sus rapaces sindicalistas mineros. Podemos, con solo un lustro de vida, también se esforzaba por no ser menos que la maligna «casta» y se sumaba alegre a la corte de Rinconete y Cortadillo: Monedero cayó en el minuto uno por bucanero fiscal; Errejón, que sigue impartiendo empalagosas lecciones, trincó el dinero de una beca sin trabajarla; Espinar, tan social, se embolsó 30.000 euros comerciando con su vivienda protegida; y el líder supremo Pablo, tan feminista, cobra de Irán, uno de los regímenes más machistas y opresivos del orbe.

El ser humano es falible. Se sabe desde que el viejo sapiens camina por el planeta. Pero existían dos personas que no se habían percatado: Sánchez y Rivera, quienes se pasaron el ciclo final del maloso marianismo pregonando que con sus partidos nacería el político angélico. Sánchez convirtió la regeneración en su coartada para llegar al poder. España iniciaría con él la era sin mácula de su progresismo.

Una vez más el gran Sánchez no midió bien sus palabras y ahora suma un nuevo récord. El primero fue el mayor descalabro electoral de la historia del PSOE. El segundo llegó con su segundo intento en las urnas, cuando logro batir su toña anterior. El tercero ya forma parte del Libro Guinness: primer presidente español que se ve forzado a echar a dos ministros en solo tres meses en el cargo. El Gobierno «bonito» se nos va quedando en chamuscadito. La secuencia de los hechos de ayer constituyó una ridícula rectificación, como casi todo en este ejecutivo igualitario, paritario, exhumador y metepatas. A las cinco de la tarde, nuestro presidente no votado se ponía estupendo en el Senado y afirmaba que «la ministra de Sanidad está haciendo un trabajo extraordinario y lo va a seguir haciendo». Cinco horas más tarde, la ministra extraordinaria dimitía por su extraordinaria trampa para hacerse con un máster chanchullero. El lunes, la señora Montón se había puesto brava y retaba a la prensa con un enérgico «no todos somos iguales», en alusión a que la izquierda progresista y exhumadora es de una pasta moral pura, y jamás caerá en los vicios de la pérfida derechona. Hoy Montón ya es historia. Cuando a las ocho y media de la tarde se supo que había fusilado 19 de las 52 páginas de su trabajo de fin de máster, Sánchez ya no pudo sostenerla.

Ahora algunos politólogos zurdos y avezados explicarán que todo es una hábil jugada de Sánchez, pues al echar a su ministra gana fuerza moral para arremeter contra Casado sobre sus estudios. Pero no se confundan: aquí el que ha pinchado es Sánchez, el que ha tenido que echar a dos ministros bonitos por corruptelas es Sánchez, el que comienza a parecer un modelo hueco envuelto en celofanes de propaganda es Sánchez, que por eso no atiende a la petición de elecciones.

Y habrá nuevas y emocionantes sorpresas…