Ignacio Nart / Analista Financiero, EL ECONOMISTA 10/11/12
Cataluña financia sus Audis oficiales gracias al superávit de sus intercambios con España.
Bienaventurados los que pagan impuestos por que tienen ingresos y más dichosos aún aquellos que más pagan, porque afortunados ellos, también ingresaron más. Presentar la balanza fiscal a palo seco como ha hecho nuestra Generalitat, escamoteando cómo y dónde se producen esos ingresos, esos que luego dan lugar al hecho impositivo, supone ignorar lo fundamental: no ha lugar para una balanza fiscal si primero no existe una balanza comercial. Y esa balanza comercial es precisamente lo que el señor Mas y su partido están poniendo en peligro.Ningún empresario en su sano juicio arriesga frívolamente las relaciones con un cliente como España, que supone el 47 por ciento de sus exportaciones en bienes. Sólo un político podría descolgarse con semejante disparate.
Y continuando por la senda del despropósito, mucho menos cuando el saldo del comercio con el resto de España arroja un saldo positivo (exportaciones menos importaciones) de 23.424 millones que compensa con creces el saldo deficitario por valor de -15.325 millones del comercio catalán con el resto del mundo. Es decir, Cataluña sólo logra financiar sus Audis oficiales y otras importaciones de menor jerarquía gracias al superávit que obtiene en sus intercambios con el resto de esa denostada España.
Y nosotros, los catalanes, deberíamos tener bien presente que ese saldo positivo con el resto del territorio y una buena parte de las exportaciones al resto del mundo se deben en buena parte a que un número importante de multinacionales abastecen desde Cataluña el mercado nacional y contribuyen con la parte del león a las exportaciones que Cataluña se atribuye.
No disponemos, desgraciadamente, de una tecnología propia potente que exporte; exporta Seat, Nissan, Nestlé, Hewlett- Packard, Basf, Bayer, todas ellas multinacionales que han encontrado en Cataluña una buena base logística y mano de obra cualificada para instalarse, pero que no están ancladas ni comprometidas con un lugar en particular, máximo cuando no hay garantías de futuro respecto al ámbito aduanero y financiero en que tendrán que desenvolverse.
El futuro a medio plazo no se presenta brillante, ni a nivel europeo ni mundial. China se enfrenta a un cambio de modelo económico de crecimiento, Estados Unidos arrastra un déficit crónico del 100 por ciento de su PIB, que se verá obligado a monetizar; la Unión Europea está en recesión y su cabeza tractora, Alemania, comienza a acusar los efectos de la crisis, lo cual no es de extrañar cuando consideramos que el 50 por ciento de sus exportaciones tienen como destino Europa. Plantear la secesión en los tiempos que corren es un delirio y pretender que una caída de las ventas en España puede ser sustituida por un aumento de las exportaciones a Europa son ensueños de omnipotencia propia de mentes adolescentes. Las exportaciones catalanas a Alemania, según Intereg, suponen 4.651 millones de euros, mientras las ventas a Andalucía ascienden a 7.771 millones; las ventas a Murcia superan el total de las exportaciones catalanas a Estados Unidos. El molt honorable president de la Generalitat sería despedido sin contemplaciones de la empresa privada si acudiera a un consejo de dirección con semejantes planteamientos. ¿Quién financiaría una operación tan descabellada, que sueña con pájaros volando en vez de cuidar aquel que tiene en mano? ¿Qué fondo de inversión o de pensiones se arriesgará a comprar nuestra deuda pública?
Si una caída del 3,13 por ciento del PIB catalán (según Idescat desde el inicio de la crisis en 2008 hasta diciembre de 2011) ha desencadenado la miseria de paro y recortes en los servicios públicos que ha dejado a la sanidad y educación en mínimos, podemos imaginar la tragedia que para nuestro PIB supondría una pérdida adicional de mercados interiores y exteriores en la eventualidad de una secesión. No nos engañemos; los productos netamente catalanes no son irremplazables; esa demanda puede ser fácilmente cubierta desde otros mercados vecinos. De lo que sí podemos estar seguros es que una más que probable caída adicional del 5 por ciento de nuestro PIB sería demoledora para los restos de ese estado de bienestar, que tan poco parece preocuparle a quien se embarca en luchar contra industriosos molinos manchegos, que algunos en su desvarío transmutan en amenazantes gigantes que «chillan y dan patadas». Quizás como Don Quijote nuestros dirigentes tengan sorbido el seso por libros de caballerías y otros embelecos, pero nosotros los catalanes de a pie necesitamos ejercer la cordura de Sancho. Nos va en ello nuestro presente y nuestro futuro.
«Si llegamos a la conclusión de que es absolutamente imposible ser independiente dentro de la Unión Europea, entonces repensaríamos nuestra estrategia» nos dice el molt honorable. A bones hores, señor Mas. Somos los ciudadanos de Cataluña los que el 25 de noviembre deberíamos tomar ejemplo y repensar fríamente a qué manos hemos confiado el Gobierno de nuestra comunidad; de la nostra estimada Catalunya.
Ignacio Nart / Analista Financiero, EL ECONOMISTA 10/11/12