- La derrota americana en Afganistán espoleará la ambición de los tres principales rivales de las democracias liberales occidentales: China, Rusia y el islam.
1.Israel-Irán
La primera línea del frente que separa Occidente del mundo islámico. Un conflicto en el que caben todos los ingredientes posibles. Armas nucleares. Petróleo. Grupos terroristas en Gaza, Líbano y Siria. El arrollador crecimiento demográfico de los ultraortodoxos en Israel. E incluso las eternas rivalidades doctrinales dentro del propio islam. Es decir, las que separan a chiíes y sunitas, incomprensibles para un occidental, pero vitales para un musulmán.
Israel es la única nación del planeta que no puede permitirse el lujo de perder una guerra. La derrota de Israel supondría no sólo la desaparición del propio Estado de Israel, sino también la casi total desaparición de los judíos y su reducción a unas pequeñas bolsas de resistencia principalmente asentadas en los Estados Unidos y Canadá (y en menor medida en Rusia, Francia, Argentina y Australia). Es decir, una situación muy similar a la posterior a la II Guerra Mundial.
Irán, por su parte, vive su propia guerra fría con Arabia Saudí por la hegemonía en Oriente Medio. Estados Unidos, Israel y el resto de Occidente apoyan a Arabia Saudí y las monarquías del Golfo. Rusia y China, a Irán.
El creciente aislacionismo estadounidense espoleará los ataques contra Israel y obligará a este a responder con mayor contundencia de la habitual. Pero es más probable que el conflicto se estanque en el nivel de tensión constante, pero relativamente manejable, en el que se ha mantenido durante las dos últimas décadas.
2. India-China
Uno de los puntos calientes más afectados por la salida de Estados Unidos de Afganistán. En primer lugar, porque la India, que en el pasado se había apoyado en la Unión Soviética para contrarrestar a China, y que desde hace un par de décadas lo hace en Estados Unidos, ve ahora cómo los americanos se refugian en el aislacionismo y se alejan de todos aquellos conflictos que no ponen en peligro sus intereses vitales.
En segundo lugar, porque la alianza de Pekín con los talibanes repercutirá en la rápida consolidación del corredor económico que China y Pakistán promueven en la región de Cachemira, ocupada por los segundos, pero reclamada por India. Es muy probable que una futura solución salomónica para la Cachemira pase por la consolidación de la frontera actualmente existente. Pero que India acepte ese acuerdo no quiere decir que tolere la consiguiente alianza político-comercial chino-pakistaní.
Además, las dificultades de India (cuya economía representa sólo un 40% de la china) para consolidar relaciones políticas y comerciales estables con la UE y los Estados Unidos podría conducir al país a un callejón sin salida que eleve la tensión y facilite el estallido de un conflicto. Dificultades, por cierto, más ligadas al choque cultural que a unas hipotéticas condiciones comerciales inasumibles para alguna de las partes.
India rechaza además participar en las iniciativas comerciales que promueve China en Asia. Es decir, la Iniciativa de la Franja y la Ruta y sus dos corredores, el marítimo, conocido como la Ruta Marítima de la Seda, y el terrestre, que se divide a su vez en tres y que llega hasta Europa. Un rechazo político que perjudicará gravemente la economía india y que podría tener consecuencias en toda Asia.
3. Taiwán
Sólo hace falta echarle estos días un vistazo al Global Times, el diario en inglés del régimen chino, para comprobar que la derrota estadounidense en Afganistán ha elevado muchos decibelios la beligerancia de China contra sus vecinos taiwaneses. El mensaje es diáfano: «Estados Unidos promete protegeros, pero os abandonará como ha hecho con los afganos dejándoos solos frente al ejército chino».
El origen del conflicto es sencillo. China considera Taiwán como parte del país de acuerdo con su principio de una sola China y no acepta, ni aceptará jamás, la independencia de la isla. China, al contrario de lo que muchos piensan, no es un imperio expansionista. Pekín busca la dominación económica, pero no la ocupación militar de territorios ajenos. En la cultura china, la mayor victoria es la que se produce cuando la guerra no se libra. Es decir, cuando tu predominio es tan abrumador que nadie osa oponerse a él.
Pero Taiwán no es territorio ajeno desde el punto de vista del régimen chino, sino nacional, y cualquier intento de consolidar una independencia definitiva de Taiwán, ya sea por iniciativa de los partidos independentistas de la isla o por movimientos americanos, provocaría una respuesta contundente de China.
En el imaginario chino, el siglo transcurrido desde las guerras del Opio hasta 1949 es el periodo más humillante de la historia del país. Todos los ciudadanos chinos han sido educados para que esa humillación no se repita jamás. De ese periodo negro quedaron tres flecos pendientes. Dos de ellos, Macao y Hong Kong, han sido ya resueltos con su retorno a manos chinas. Taiwán es el fleco pendiente.
El problema es que el estatus político de Taiwán no depende tanto de los Estados Unidos como de los propios taiwaneses. Si la coalición panverde taiwanesa declara la independencia, China invadirá Taiwán y Estados Unidos se verá obligado a defender a su aliado en un terreno en el que tiene todas las de perder. El resultado sería, sin duda alguna, una guerra mundial.
4. Europa
Podemos llamar a esta posibilidad la opción Houellebecq. Esa que dice que el aumento progresivo de la inmigración islámica en la UE acabará generando la implantación de regímenes islámicos en Europa, la marginación de la población europea y el previsible estallido de conflictos internos que forzarían la intervención de las potencias hegemónicas del momento. Es la teoría del Gran Reemplazo de Renaud Camus, popularizada por periodistas como Eric Zemmour.
La posibilidad, de momento, no pasa de teoría conspiranoica. Teoría conspiranoica abonada, sin embargo, por un detalle llamativo, al menos desde el punto de vista literario. La coincidencia de que la I y la II Guerra Mundial fueran provocadas por Alemania y de que la tesis de Europa como refugio de toda inmigración que llega a sus fronteras sea obra de Angela Merkel, la canciller alemana.
De acuerdo con esa teoría conspiranoica, la política de puertas abiertas defendida por Merkel sería sólo la vía alternativa escogida por Alemania para provocar un nuevo conflicto europeo (ante el fracaso de la vía militar en la I y la II Guerra Mundial) que conduzca a su hegemonía en todo el continente. El hecho de que el país que está mostrando más dificultades para asimilar esa inmigración sea precisamente Francia, el rival histórico de Alemania, abona la fantasía.
5. Mar de China
El mar de China es la puerta de entrada a la zona comercial con mayor potencial de crecimiento del planeta. China reclama unos derechos marítimos sobre la zona que le concederían la hegemonía sobre ella y que le permitirían controlar sus flujos comerciales. Es decir, quién asciende y quién desciende en la escalera jerárquica regional.
En las aguas del mar de China pescan, no sólo literalmente sino también metafóricamente, China, Taiwán, Filipinas, Vietnam, Malasia y Brunéi. El interés de ese mar para todos ellos es obvio. Por la zona transcurre un tercio del comercio marítimo mundial. Se cree además que bajo su lecho se encuentran ingentes cantidades de petróleo y gas natural.
Pero la situación en el mar de China no es lo suficientemente interesante para los Estados Unidos como para arriesgarse a un conflicto con China. Además, Washington sabe que la posibilidad de que alguno de sus vecinos regionales se arriesgue a un conflicto contra Pekín es prácticamente imposible. Y de ahí su relativo pasotismo en la zona.
Pero si el control del mar de China derivara en un predominio absoluto de Pekín y acabara lastrando las rutas comerciales que alimentan la economía estadounidense (y secundariamente de sus aliados occidentales), Washington se vería obligado a tomar cartas en el asunto.
De momento, China actúa en el mar de China de acuerdo con su táctica habitual (la misma que la de la fábula de la rana que flota en agua fría y a la que se le calienta el agua paulatinamente hasta hervirla). Es decir, pequeños avances casi imperceptibles que consolidan poco a poco su dominio en la región hasta que este es tan abrumador que nadie es capaz de oponerse a él.
Esos pequeños avances son la instalación de puestos militares avanzados en islas artificiales, la ocupación de zonas de pesca mediante flotas pesqueras cuyos pescadores son en realidad militares de la Marina china, y la interrupción a placer de las rutas comerciales ajenas. Molestias menores y de relativa poca importancia, de momento, pero que acaban consolidando unos derechos de facto que sólo benefician a China.
6. Ucrania
La construcción del Nord Stream 2, el nuevo gasoducto que conecta Rusia con Alemania y que permitirá a los primeros duplicar el suministro de gas a la mayor economía europea, ha sido motivo de disputa entre Estados Unidos, Ucrania, Alemania y Rusia.
En primer lugar, porque el gasoducto permitirá a Rusia aumentar su influencia en Europa. En segundo lugar, porque incrementará la dependencia energética europea respecto a Rusia. En tercer lugar, porque sólo beneficia a Alemania. Y en cuarto lugar, porque perjudica muy gravemente a Ucrania, que perderá miles de millones de dólares en peajes de tránsito de toda esa energía.
La hipocresía europea es obvia. Mientras por un lado deplora el expansionismo ruso en Ucrania, por el otro traiciona a sus socios ucranianos y cierra pactos con Rusia que damnifican la economía de su país y les debilitan frente a su poderoso vecino.
Las protestas de Polonia, Ucrania y de otros países afectados por la creciente agresividad rusa no se han hecho esperar. Desde su punto de vista, mientras la UE parece muy preocupada por pequeñas disputas morales sobre emigración y derechos LGBTI, llegando incluso a la intervención en los asuntos internos de países como Polonia y Hungría, pasa por alto los grandes movimientos geoestratégicos, estrictamente imperialistas, de Rusia (demostrando así un doble rasero: uno para países de la Europa Occidental y otro para países de la Europa Oriental).
La debilidad militar (voluntaria) de la UE y la alienación de los países de la Europa Oriental y central que sufrieron el yugo soviético en su momento está generando el caldo de cultivo para un movimiento ruso que atraiga a su órbita a buena parte de esas naciones o que las colonice en la práctica. Si eso ocurre, ¿quién plantará cara a Vladímir Putin?