Eduardo Uriarte-Editores
Lo repugnante no está en que en las listas de los que nunca han condenado las atrocidades de ETA vayan etarras, eso ya se había producido en el pasado, aunque fuera en menor número. Lo repugnante y aberrante está en que el presidente del Gobierno pacte con ellos y base su permanencia en el poder en una alianza estratégica con ellos.
Desde las negociaciones del Gobierno Zapatero con ETA, ni siquiera rotas tras el atentado de la T-4 en Barajas, se fue forjando el principio de una larga amistad que ya alguno del PNV detectara como peligrosa para su hegemonía en Euskadi. Se iba produciendo un acercamiento entre los allegados a ETA y el PSOE, en Loyola y otros lugares de negociación, que garantizaría el futuro político de la banda sin requisito alguno de ruptura con su pasado criminal. Hasta tal punto se forjó el encuentro, que el Constitucional de Zapatero tuvo que convertirse en tribunal de casación anulando a los pocos días la sentencia del Tribunal Supremo que mantenía en la ilegalidad a los sucesores de ETA-HB.
Esta peligrosa amistad para el sistema se vio reforzada con otros saboteadores del mismo, como Podemos y ERC, que acabaron conformando el bloque más disolvente para nuestra convivencia política que se hubiera podido imaginar: todos los enemigos del sistema democrático español aliados alrededor del Gobierno en una coalición política que con todo acierto Rubalcaba bautizó con el nombre Frankenstein. Pero este proceso de convergencia antisistema viene aún de más lejos.
En 2001 Euskadi se debatía entre un gobierno soberanista liderado por Ibarretxe, tras el pacto de Estella firmado por el PNV, ETA y EA, al que se adhirió posteriormente IU, y una alianza constitucionalista formada por el PP y el PSE, y que no gustó, como se apreció en el mitin de Baracaldo, a Felipe González, y menos, como luego lo escribiera, a Cebrián. Acabó fracasando el constitucionalismo vasco en aquellas elecciones por un puñado de votos a la par que en el seno de la entonces izquierda civilizada, el PSOE, empezó a emerger con una fuerza inusitada un proceso de canibalización del PP, con tan degenerada fobia, que actualmente ese canibalismo canibaliza a la democracia española.
Con Zapatero se hizo evidente la actitud segregadora hacia el PP a la par que la paulatina asunción de un doctrinarismo izquierdista contradictorio con la etapa del pragmatismo social-liberal felipista. Así mismo, un fervoroso acercamiento al mundo radical, no sólo al de ETA, también hacia el populismo emergente en Latinoamérica. Empezaba el fin de la coherencia democrática en España liderada por uno de los pilares que la hiciera posible en el 78, situación que descubrió el secesionismo catalán para dar su golpe (quizás se adelantara unas fechas y no esperara a Sánchez). El problema no es que unos cuantos más de ETA estén en las listas, el problema es que el socialismo y su secretario general está minando con todos sus enemigos esta democracia.
Convertir al adversario electoral -pero necesario compañero constitucional- en enemigo, destruir la reconciliación mediante operaciones simbólicas como el traslado de los restos de Franco y de alguno de sus seguidores, memoria histórica para ubicar a la derecha democrática junto al franquismo, absoluta falta de relación, y menosprecio hacia el PP, a pesar de que López fuera Lehendakari con su apoyo, y que éste siga sacando las castañas del fuego como en la ley del Si es Si o sea el único apoyo en la colaboración con Ucrania, supera la irresponsabilidad y se convierte en destrucción del sistema existente. Pues no se trata sólo de un simple ataque a su oposición, hoy es un ataque, desde el poder, al sistema de convivencia política que disfrutamos tras la dictadura. Y se hace con el apoyo de los terroristas de ayer. Alianza con los terroristas, con los sediciosos, a la vez que desprecio, fobia y ataque hacia la derecha democrática. Todo se diluye.
Habrá que agradecerle a Bildu este aldabonazo para reflexión de los fieles y enajenados incondicionales del sanchismo, otrora socialismo. Y acabo de enterarme que Bildu retira los candidatos condenados por militar en ETA unas horas antes que se produzca el debate Sánchez-Feijóo en el Senado, sin duda para felicitar la supervivencia del futuro Gobierno y alianza Frankenstein, no porque hayan sido conscientes de que dichas candidaturas fueran un insulto a las víctimas de ETA y una infamia para nuestra democracia. El insulto, la indecencia y la infamia reside en la alianza desde el Gobierno con los que no reniegan del terrorismo que les aupó hasta llegar a los pasillos de la Moncloa. Si alguien ha legitimado la historia de ETA ese ha sido Sánchez.