Francesc de Carreras-EL CONFIDENCIAL

  • El creciente prestigio de Ayuso tiene fundamentos objetivos. En momentos difíciles, supo adoptar, con agilidad y eficacia, medidas que otros, en las demás CCAA, no supieron tomar

Lo primero que me llamó la atención del caso Isabel Díaz Ayuso fueron los continuos y desmesurados ataques que le prodigaron los medios de comunicación claramente no afectos al PP. Durante los últimos meses de 2019, recién formado su Gobierno, parecía que Ayuso —el Díaz se le suprimió rápidamente— era responsable de todos los males que acechaban a la Comunidad de Madrid.

Ya no recuerdo en concreto cuáles eran estos grandes males, que me parecían nimios, pero las burlas a la nueva presidenta eran tan insidiosas y constantes, tantas eran las chanzas y chirigotas que se hacían, que al detectar cualquier fallo en cualquier materia, aun en el ámbito privado o doméstico, por ejemplo si la tortilla que cocinabas había quedado demasiado seca, se decía en broma: ¡la culpa es de Ayuso! Así pues, quienes informaron sobre ella con tanta frivolidad y la trataron con tanta desconsideración son, en muy buena parte, los responsables de que hoy se la haya elevado a los altares. Esas desmesuradas críticas resultaron ser, meses después, uno de sus puntos fuertes.

Ciertamente, en los primeros tiempos, tenía un modo de hablar en público especial que no la favorecía y podías caer en la trampa de creer que no era persona de muchas luces. Además, incluso su aspecto físico, la manera de peinarse y arreglarse, recordaban al rostro de las actrices norteamericanas del cine mudo, con lo cual las burlas a su costa eran tan fáciles como poco serias, al igual que llamar ‘el Coletas’ a Pablo Iglesias siempre me ha parecido banal y de mal gusto. Pero llegó la pandemia y la imagen de Ayuso dio un abrupto cambio. Allí empezó a recuperar terreno. Hasta hoy. 

En efecto, antes de que el Gobierno central tomara medidas, ella ya había dispuesto las suyas. El 6 de marzo de 2020 mandó cerrar los centros de ocio de mayores, el 9 el cierre de los centros educativos, incluidas las universidades, el 11 los lugares de ocio, espectáculos y recintos deportivos. Mientras, ese fin de semana, del 6 al 8, se autorizaron en toda España, y especialmente en Madrid, reuniones y manifestaciones multitudinarias. Por fin, el 14 de marzo, el Gobierno Sánchez decretó el estado de alarma. El aumento de infectados ya era espectacular.

A renglón seguido, en la comunidad se tomaron medidas de protección del transporte público y rebajas fiscales (IAE e IBI) en sectores como la hostelería, centros comerciales, agencias de viajes y grandes superficies a condición de que mantuvieran los puestos de trabajo. Ante la saturación de los servicios hospitalarios, se medicalizaron muchos hoteles de Madrid y, en colaboración con el Ministerio de Sanidad, se habilitó Ifema como hospital especializado en el covid-19 con 5.500 camas. Además, y entre otras muchas medidas, llegó a acuerdos con los sindicatos para regular las condiciones laborales del teletrabajo. 

Por tanto, el creciente prestigio de Ayuso tiene fundamentos objetivos. En momentos muy difíciles, casi sin experiencia de gobierno, supo adoptar, con agilidad y eficacia, medidas que otros, en las demás comunidades autónomas, no supieron tomar. Mientras, los bobalicones medios de comunicación de la izquierda seguían impávidos en su campaña de críticas atacándola por incompetente e irresponsable sin tener en cuenta los hechos.

El colmo del ridículo en el que han caído sus críticos fue al intentar desprestigiarla por haber construido en cuatro meses el Hospital Isabel Zendal, especializado en el cuidado de enfermos del covid. La inauguración de un centro médico público fue criticada ácidamente por la izquierda, ¡lo nunca visto! Costó 100 millones. El Gobierno llamado progresista de Pedro Sánchez ha concedido una ayuda de 53 millones, en estos momentos de crisis fiscal aguda, a una línea aérea con solo cuatro aviones y en números rojos desde que se fundó hace unos años. ¡También lo nunca visto!

 En todo caso, lo cierto fue que en Madrid, ya desde antes del verano pasado, el comercio y la restauración han estado abiertos hasta hoy y solo limitados en horario y capacidad por medidas restrictivas razonables. El aumento del virus en la comunidad, tras una primera fase catastrófica, se ha mantenido hasta hoy en niveles aceptables. Se han salvado empresas, puestos de trabajo (también debido a los ERTE estatales, que han sido decisivos) y los ciudadanos madrileños —ejemplares en el cumplimiento de las medidas extraordinarias— han tenido momentos de respiro.

Todos los partidos piden que no se utilice la pandemia como parte de la campaña en Madrid
El enorme aumento de votos que le dan las encuestas es, por tanto, comprensible. Los tiene merecidos. Pero lo más curioso es que la oposición de izquierdas le ha hecho buena parte del trabajo de propaganda. Pero el ciudadano no es tonto. Es bueno para la democracia que los electores, antes de depositar su voto, piensen quién cumple y quién no, quién acierta y quién yerra, quién es tan solo un buen actor y quién actúa discretamente en bien del servicio público, tenga las ideas que tenga.
 Pero que no se confíe Ayuso. Como decía la antigua canción, en la versión de Bonet de San Pedro y con todo el respeto: «Niña Isabel ten cuidado, donde hay pasión hay pecado». Hasta el 4 de mayo, sea prudente.