Alberto Ayala-El Correo

Era la única salida razonable dada la emergencia sanitaria que vivimos y así lo entendieron ayer el lehendakari y los partidos con representación parlamentaria. Las elecciones vascas no serán el 5 de abril. Se aplazan hasta que el coronavirus lo permita. Llevamos días viendo cómo se cometen error tras error en relación con la pandemia. Porque a estas alturas pocos dudarán que fueron un error las manifestaciones del 8 de marzo o cónclaves como el de Vox. Y retrasar el Estado de alarma y, cuando se anuncia, posponer dos días detallar las medidas concretas.

Han fallado el Gobierno central, la oposición y algunos ejecutivos autonómicos. Pero también nosotros, los ciudadanos. El Gobierno central por lo que acabo de enunciar y por despropósitos como el del vicepresidente Pablo Iglesias rompiendo la cuarentena para asistir al Consejo de Ministros en el que se aprobaron las medidas de excepción. La oposición por simular apoyo al Ejecutivo y en el segundo siguiente arremeter contra él. El Gobierno vasco o el catalán, el nacionalismo en general, por no querer entender que Euskadi y Cataluña son autonomías y acusar al Estado de expoliar sus competencias o de decretar un 155 a cuenta de la pandemia. Menos mal que, tras la crítica, el lehendakari Urkullu se apresuraba a anunciar, como no podía ser de otra forma, que cumpliría y haría cumplir las directrices.

Y hemos fallado los ciudadanos. Algunos tomándose el confinamiento como unas vacaciones. O dando por hecho que las órdenes dictadas por el Gobierno español en nuestro beneficio, acertadas o no, ya veremos más adelante, se pueden desoír alegremente.

Lo peor, el retrato de sí misma que hacía la exconsejera catalana Clara Ponsatí al mofarse del aluvión de víctimas que ha dejado ya la pandemia en la capital de España tuiteando un ‘De Madrid al cielo’ que, encima, retuiteaban el expresident Puigdemont o algunos líderes ‘indepes’. Repugnante.

Con semejante panorama resultaba incomprensible que todavía no se hubieran aplazado las elecciones del 5-A. Por mucho que Macron mantuviera el domingo la primera vuelta de las municipales francesas.

Que Gobierno vasco, PNV y PSE se resistieran al aplazamiento. Que algunos de sus dirigentes se mostraran molestos porque Arnaldo Otegi pidió hace una semana altura de miras y que se procediera a posponer la cita con las urnas, demuestra escasa madurez, por mucho que las encuestas les anticipaban magníficos resultados.

La insistencia del gallego Núñez Feijóo o que el presidente Sánchez dijera el fin de semana que no consideraba razonable mantener la cita –mientras el PSE se empeñaba casi hasta la víspera en seguir con su precampaña– han resultado definitivas. Por fin dos dedos de frente. Las elecciones vascas no serán el 5-A. Y ojalá que cuando se celebren no tengamos que lamentar muchas bajas por defunción en el censo electoral a causa de la pandemia. Yo me quedo, sigo, en casa.