Andoni Unzalu-El Correo
Las pequeñas trifulcas domésticas sobre quién manda más son como riñas de niños comparadas con lo que se nos viene encima si la UE no reacciona unida
Supongamos que sólo las comunidades autónomas del norte estén con población afectada por el coronavirus, que el resto de comunidades estén sin casos. ¿Sería conveniente que la Administración central ordenara el traslado temporal de sanitarios y material de los hospitales del sur al norte? Me parece que no tendríamos dudas en la respuesta. ¿Eso invade las competencias exclusivas de comunidades autónomas en el ámbito de la salud? Sin ninguna duda.
También la Constitución y nuestro Estatuto reconocen derechos y libertades personales y la libertad de la actividad económica. ¿Puede el lehendakari restringir derechos personales o la actividad económica invadiendo competencias municipales? Puede. Una ley vigente le autoriza a ello.
¿Puede el presidente del Gobierno central asumir la autoridad única invadiendo competencias de otras instituciones? Puede. La Constitución y una ley orgánica le autorizan a ello. En situación de emergencia, y de acuerdo con las leyes, se pueden restringir los derechos personales y las competencias de las instituciones.
En los viejos tiempos, cuando una reunión derivaba en trifulca, siempre un viejo sindicalista alzaba la voz para decir: «Unidad, compañeros, unidad». Carl von Clausewitz decía que era más efectivo un mal general con mando único que cuatro grandes generales mandando a la vez.
La unidad es un valor en sí mismo, por encima de discrepancias, especialmente cuando tenemos una situación de crisis. Unidad de mando, unidad de base. Un solo general y apoyo social. La unidad debe ser buscada por todos, por el general y por los coroneles.
A mí me parece bien que el Gobierno de España se haya erigido en mando único, lo que me enfada es que no lo haya hecho la Unión Europea.
Hoy, el objetivo prioritario, frente a cualquier otro, debe ser terminar con el coronavirus. Y en esta lucha hay una ausencia enorme, la Unión Europea: la presidenta de la Comisión, Von der Leyen, y la frivolidad de Christine Lagarde. Una ausencia, además, que nos augura un futuro muy negro. El problema sanitario pasará, pero las consecuencias económicas van a ser muy graves y costarán mucho más.
No aprendemos nada. Con el primer pánico de la crisis de 2008, se habló de refundar el capitalismo, de poner normas y controles al capital rentista descontrolado. Se suspendieron durante un tiempo las operaciones ‘a corto’. Pero pasado el primer pánico se volvieron a autorizar, y se ha tardado demasiados días, esta vez, para prohibirlas de nuevo. Fondos salvajes atacando el ahorro colectivo y a las empresas. Fondos bajistas que mientras se han esfumado miles de millones se han forrado con el saqueo de la Bolsa.
No se ha convocado un Consejo extraordinario de los presidentes de la Unión Europea para plantear una estrategia común. Cada país se organiza como puede. Tenemos todos los indicios de que haremos frente a esta nueva crisis, que nadie sabe qué magnitud va a tener, como a la de 2008: divididos, buscando cada uno su propio beneficio, con crueldad hacia los más débiles, los países del Mediterráneo. Durante los peores momentos de la crisis, con tipos insoportables, España pagaba 40.000 millones de euros en intereses cada año, que en gran parte iban a bancos alemanes. Hoy todos los países del Mediterráneo, incluida Francia, tienen una deuda pública cercana al 100% del PIB o superior, mientras que Alemania tiene el 61%.
Hay indicios de que volverá a ocurrir lo mismo. El Gobierno alemán ha dicho que abrirá un crédito ilimitado, a través de Instituto Crediticio para la Reconstrucción, para hacer frente a la crisis y ha puesto, de entrada, medio billón de euros encima de la mesa. Con la misma arrogancia con la que atornilló a los países del sur el 2008, dice ahora que Alemania se lo puede permitir porque lleva décadas de presupuestos con superávit, un superávit financiado por el déficit comercial de sus vecinos.
Las pequeñas trifulcas domesticas sobre quién manda más son como riñas de niños comparadas con lo que nos viene encima. O refundamos Europa todos juntos o nos hundimos por separado. Esta vez va a resultar la hora de la verdad de la UE. O somos capaces de elaborar y financiar un nuevo ‘Plan Marshall’ para toda la Unión o esto va a terminar como el rosario de la aurora.
La urgencia de terminar con el coronavirus no nos debe hacer olvidar que desde ahora mismo los diferentes países de la UE deben trabajar juntos para salir de la crisis económica antes de que sea grave. En los siguientes meses comprobaremos si la Unión Europea es la mejor apuesta política de la historia o se convierte simplemente en un sueño asesinado por el egoísmo nacionalista de los países europeos.
Nota. Tenemos, al menos, una gran noticia: el comportamiento ejemplar de todos los trabajadores de los servicios sanitarios.