Luis Ventoso-ABC
- El separatismo toca fondo moral al usar esta tragedia para ofender a los españoles
El maestro polaco Kapuscinski, el santo patrón de los reporteros, sostenía que «los cínicos no sirven para este oficio». También afirmaba que «para ser un buen periodista hay que ser sobre todo una buena persona». Como diría el Marqués de Bradomín, como sentimental y como católico concuerdo con ambos asertos, al menos como desiderátum. Pero si ejerces el periodismo largo tiempo, vas observando tantas dobleces y tropelías que inevitablemente desarrollas una cierta coraza de cinismo. Por fortuna, algunos hechos derriban ese escudo de autoprotección, porque plasman lo mejor del ser humano y te tocan dentro. Uno de ellos ha sido la hermosa y emocionante ceremonia de clausura de la morgue del Palacio de Hielo de Madrid, donde se custodiaron los cadáveres de 1.146 personas cuando el pico de la epidemia desbordó los tanatorios.
Como tantísimos madrileños he ido algunas veces al cine, o de compras, al centro comercial donde está esa pista de hielo. Si me hubiesen dicho que se convertiría en la morgue de campaña de una capital desbordada por la muerte, me habría parecido una fantasía de una de esas películas apocalíptico-tontorronas de Roland Emmerich. Pero ocurrió, y fue muy doloroso. Algún día la literatura, una de las formas más hondas de conocimiento, nos hará vivir el trance por el que han pasado tantas familias. Su madre, su padre -o sus abuelos- fueron ingresados en un hospital y aislados. Hasta que un día llega la llamada fatal. Sin despedidas (aunque con los formidables sanitarios españoles sosteniendo con cariño cada mano que perdía el pulso). Sin velatorio. Sin funeral ni ataúd. Pero gracias a la ceremonia del Palacio de Hielo, que contó con las autoridades políticas madrileñas, la ministra de Defensa y los militares, sabemos que los muertos fueron siempre honrados por sus compatriotas. «Se les ha tratado con la máxima dignidad. A todos. Nunca fueron un número. Yo decía: “Hay que sacar a Gregorio, a América…”. Los hemos acompañado como si fuesen nuestros padres o abuelos», recordó un comandante de la UME. Margarita Robles, que demuestra que el PSOE pudo haber sido otra cosa, lo recalcó en su discurso: «Nuestras Fuerzas Armadas los han acompañado. Han velado en todo momento por su dignidad y respeto. Rezando por ellos si eran creyentes. Lo hemos hecho de corazón». Sonó al final del acto el himno de España, y desde mi irrelevancia sentí que ese es el país al que quiero pertenecer.
Un presentador se burla con sarcasmo de la ceremonia del Palacio de Hielo en un programa de la televisión pública vasca, insultando así a toda España, empezando por la inmensa mayoría de los propios vascos. Al tipo le molestan el himno y la solemnidad de los asistentes, con los que hace chuflas despectivas: «Parecen la selección española de hockey hielo…». No es el único que está utilizando la tragedia para su causa general contra España. El separatismo catalán sale a bordería diaria. Hay dos Españas. Y una de ellas, minoritaria, xenófoba y siempre resentida, parece haber extraviado el péndulo moral.