Ignacio Camacho-ABC
La derecha necesita reducir sumandos. Y el primer paso sería un proyecto que acoja a los votantes del PP y Ciudadanos
Pablo Casado tiene un trabajo doble en este mandato: por una parte el de liderar la oposición, con Vox haciéndole un marcaje apretado, y por otra el de reunificar un centro-derecha que el marianismo le dejó hecho literalmente pedazos. La primera tarea pondrá a prueba su cintura y su olfato para modular el discurso en el tono adecuado; un ajuste difícil porque cada vez que el Gobierno enseñe el trapo de la radicalidad, que será a menudo, las huestes de Abascal se frotarán las manos, conscientes de que el combate de trincheras ideológicas o culturales cuadra con su estilo bizarro. Para no quedar diluido en una bronca a garrotazos, o verse obligado a enfrascarse en ella con riesgo de renunciar a su propio espacio, el líder del PP necesita como primer paso reconstruir un proyecto liberal moderado, ecléctico y lo bastante amplio para que quepan al menos sus votantes y los de Ciudadanos. Se trata de un reto a medio plazo pero es la única manera de aspirar a una mayoría social inalcanzable con el actual modelo fragmentado. En la aritmética electoral, para ganar hay que reducir sumandos.
No va a ser fácil, ni siquiera en un momento en que Cs se halla en pleno debate interno, o precisamente por eso. Y quizá Casado no haya arrancado del modo idóneo ese proceso al hacer la propuesta -referida por ahora a Cataluña- de modo público y abierto; éste es el tipo de operaciones que conviene tantear en silencio, negociando en privado antes de aventarlas en los medios. La obsesión por el «relato» lleva la política a un terreno en el que parece que importa más la iniciativa que el éxito. Arrimadas está aún en precario, con el partido en franco estado de desconcierto, y hay que respetarle la identidad y los tiempos; máxime cuando se trata en la práctica de plantear una fusión que siempre suscita recelos, discrepancias y sospechas de buitreo.
Esa coalición, o lo que sea, sólo saldrá bien si la organización más grande muestra generosidad y descarta cualquier actitud arrogante. Las alianzas autonómicas pueden ser una excelente base: allá donde gobiernan juntos, juntos deben presentarse, cada uno con sus siglas bajo una marca común y sin remilgos proporcionales, para conformar una masa crítica viable. Ambos tienen mucho que ganar; el PP, la consolidación de una alternativa a Sánchez, y Cs, un peso específico añadido que evite la posibilidad cierta de que Vox lo sobrepase. En la tesitura probable de pactar con Abascal, para los naranjas nunca será lo mismo tenerlo detrás que delante.
Y entretanto, concertar estrategias. El electorado que comparte un modelo de sociedad no entiende que entre bomberos se pisen la manguera mientras la izquierda reagrupa sus fuerzas. Decía Machado que de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa. Y si la legislatura acaba resultando duradera, se les va a hacer muy larga a los que no sepan actuar con inteligencia.