Dos modelos en crisis

TONIA ETXARRI, EL CORREO 20/05/2013

Tonia Etxarri
Tonia Etxarri

· Los ‘nuevos tiempos’ tan sobrevalorados están provocando una crisis de identidad en las dos fuerzas nacionalistas.

Los dos modelos nacionalistas ganaron las elecciones. El PNV, como primera fuerza. La izquierda abertzale, la segunda. No les fue mal el último examen en las urnas. Pero ninguno de los dos sabe cómo dirigir este país. Sus proyectos y sus referencias, algunas desdibujadas y contradictorias, se cruzan en aparente colisión institucional mientras se apoyan en Gipuzkoa. En los planes de identidad nacional y gestión económica, lo único que tienen claro es darse el uno al otro. En el reto de la pacificación, el partido de Urkullu baja el tono de las exigencias.

Tanto el PNV como EH Bildu protagonizaron una confrontación política, la pasada semana, que ha dejado al descubierto sus propias contradicciones. Al PNV, sin la hegemonía de antaño y con la convicción de que no puede «echarse al monte» con la izquierda abertzale, se le ha visto a la defensiva. EH Bildu, con su modelo chavista, con papel higiénico incluido, ha mostrado dos caras entre su portavoz institucional en Gipuzkoa y los herederos de ETA, que son los que mandan en la coalición y siguen buscando su «cara a cara» con el PNV. Los «nuevos tiempos» tan sobrevalorados están provocando una crisis de identidad en las dos fuerzas nacionalistas.

Del debate habido en el Parlamento vasco, que dio lugar a la declaración sobre los reclusos de ETA, que «no son presos políticos», lo más chocante para la reflexión ya no es la declaración, sino la actitud ambivalente del PNV para justificar su abstención en una votación que no admitía medias tintas. En el pronunciamiento sobre la iniciativa del PP, reconvertida en enmienda transaccional con el PSE y apoyada por UPyD, se vio a un PNV dubitativo. Hasta el punto que la bancada socialista se llegó a preguntar: «¿A estas alturas, el PNV todavía no sabe si los presos de ETA son políticos o no?». Porque su portavoz más radical, Maribel Vaquero, era partidaria de votar en contra de la declaración que decía que en este país no existen presos políticos. Pero el PNV, finalmente, optó por abstenerse, prefiriendo mantener la equidistancia porque, además, considera que la Cámara no es el lugar para debatir este tipo de cuestiones. Bingo.

Con la afición a los foros paralelos al Parlamento, el PNV se va abonando al concepto que tiene la izquierda abertzale sobre la función de la institución parlamentaria a la que quiere conceder un valor equivalente a la de la federación de ikastolas, la conferencia de Aiete o una asamblea municipal de Bayona. Si Urkullu ya sorprendió al presentar sus intenciones sobre los Presupuestos y su programa de gobierno fuera del Parlamento, tampoco resulta comprensible ese afán por desviar el foco de la institución democrática por excelencia elegida por sufragio popular. ¿Qué miedo tiene Egibar a que un debate tan importante para el futuro de la pacificación de nuestro país como el de los presos de ETA se realice con la máxima transparencia en la Cámara vasca?, se pregunta la oposición que ha visto que, en cuestión de horas, la presidenta del Parlamento quitó importancia a la declaración institucional. No será ella, desde luego, quien llame al orden a la izquierda abertzale cada vez que se refiera a los reclusos de ETA como «presos políticos» porque la declaración no la considera vinculante.

Tampoco se inmutó cuando los parlamentarios de EH Bildu lucieron camisetas de propaganda alusivas a la detención de la colaboradora de ETA en Ondarroa. Los socialistas, el PP y UPyD opinan que la presidenta de la Cámara vasca «está haciendo dejación de sus funciones». A Gorka Maneiro le pareció escandaloso, y protestó desde la tribuna. Por eso UPyD pide una reforma del reglamento para que sea más concreto a la hora de dictar las normas de comportamiento de sus señorías. Pero la popular Laura Garrido recuerda que bastaría con aplicar el artículo 115, que capacita a la presidencia a llamar al orden cuando se profieran palabras, imágenes o grafismos o vertieran conceptos ofensivos al decoro de la Cámara o de sus miembros, de las instituciones o de cualquier otra persona o entidad. Pero en la última sesión plenaria no se aplicó el reglamento.

Así están las cosas. Con el PNV sin atreverse a decir que en Euskadi «no hay presos políticos» porque prefiere mantener una distancia controlada con su adversario más directo. Tan sólo cuando las diferencias en gestión económica han salido a la luz pública (cuando la izquierda abertzale, en Gipuzkoa, reclamó las facturas al PNV sobre gastos de ejercicios anteriores de la sociedad pública Bidegi o cuando EH Bildu marcó distancias del plan del lehendakari sobre reactivación financiera) han saltado chispas. Egibar comparándolos con la Stasi, el servicio de información de la Alemania del Este, y José Luis Bilbao hablando del «comandante Permach» como el comisario político de la coalición o permitiéndose bromear con su modelo de referencia de sociedad bolivariana.

El caso es que el PNV sigue apoyando a EH Bildu en Gipuzkoa. Fue la apuesta de Egibar. No quiso pactar por un Gobierno democrático porque prefirió apostar por el desgaste de una coalición política que sigue justificando la historia de ETA. Es cierto que el poder ha desgastado algo a la izquierda abertzale. Pero ya hemos visto que en este país, y con muertos sobre la mesa, los herederos de Batasuna han tenido mucho apoyo. Si el PNV, más allá de la vuvucela de los titulares con retranca, sigue dejándose llevar por el ritmo que imprime la izquierda abertzale, puede acabar consolidando a su peor adversario, a la opción más alejada de la democracia. Y quizás ya empiece a ser tarde para los lamentos.

TONIA ETXARRI, EL CORREO 20/05/2013