IGNACIO CAMACHO, ABC – 08/07/15
· Si Europa cede principios para mantener la cohesión acabará perdiendo la cohesión y los principios. Además del dinero.
Antes del referéndum del domingo, la unión monetaria europea era un fracaso si Grecia salía de ella; ahora también lo será si se queda dentro a su manera. No se puede formar parte de un club cuyas normas se impugnan o se rechazan, y menos después de haber hecho trampas (aunque toleradas) para aparentar cumplirlas. De modo que sólo queda elegir entre susto o muerte, truco o trato; lo que ya no resulta posible es aceptar un trato con truco, que es lo que parece plantear el Gobierno griego en su desconcertante estrategia. Tsipras se ha propuesto negociar sobre la base de agrandar su propio problema; su juego consiste en crear una crisis ante cada solución para mantener la iniciativa. Europa tendrá que decidir si le conviene esta clase de socio.
Porque el apaciguamiento no va a servir después del plebiscito-trampa. Los griegos han tomado una decisión de farol a sabiendas de que les podía costar la salida del euro y en algún momento tendrán que entender que los faroles conllevan el riesgo de tener que descubrir las cartas. Si no, el asunto se convertirá en una extorsión consentida que señalará el camino al resto de los extremismos eurófobos y populistas en Francia, en Italia, en Gran Bretaña… o en España. La cuestión geoestratégica, el equilibrio de los mapas que constituye la última baza de Syriza, su argumento de fondo, es otra farsa: no puede ser fiable como aliado político quien no está dispuesto a compartir riesgos económicos. Si algo ha demostrado Tsipras es su disposición de jugar con varias barajas. Y quizá ya sea tiempo de que suelte una.
Dicho de otra manera: para negociar en igualdad, Grecia tiene que sentir la presión. Saber que la salida del euro es una posibilidad real, no teórica, y que para la UE puede acabar siendo más conveniente exponerse a esa turbulencia que a la del chantaje perpetuo. Si la quita de deuda ha de ser la única solución tendrá que serlo con contrapartidas, y a esa escala no hay otra que el abandono ordenado de la moneda común. Sí, volver al dracma en un plazo pactado y con una transición razonable. Sin asumir por ambas partes ese horizonte de ruptura cualquier negociación se vuelve un paripé. Los expertos en epidemiología saben que a menudo el temor al contagio se combate aislando al paciente.
El Gobierno heleno, que propone la estrategia del vértigo, ha de saber que su conflictiva dramatización voluntaria puede transformarse en un momento dado en dracmatización forzosa. La construcción europea no es sólo la de un espacio monetario, sino la de una cultura común de esfuerzo y de responsabilidad compartida. El que no comparta esos valores no tiene sitio en ella. La sacudida de perder a Grecia no sería leve, pero el precio de mantenerla no puede ser el de la debilidad y el oportunismo. Si cedes principios para mantener la cohesión acabas perdiendo la cohesión y los principios. Del dinero ya ni hablamos.
IGNACIO CAMACHO, ABC – 08/07/15