Nacho Cardero-El Confidencial
- Una crítica generalizada no exenta de argumentos, que sirve para los medios de comunicación de España y para los del resto de países de nuestro entorno
El economista Ignacio de la Torre propinaba un pescozón a los medios de comunicación en su última columna en El Confidencial por no habernos hecho eco de los máximos históricos del índice de confianza del consumidor, acaso el mejor indicador para predecir la evolución de la economía, en vez del batiburrillo del precio del kilovatio.
De la Torre, que es de los que saben por dónde sopla el viento y que puede presumir de acertar con sus informes, incluso yendo a contracorriente de la opinión imperante, se queja de que los periódicos solo dejamos hueco para las noticias alarmantes, porque son las que venden, y nos olvidamos de las buenas.
En un sentido parecido se pronunciaba hace tiempo mi admirado Víctor Lapuente, quien atribuía al periodismo patrio una especie de visión sacerdotal, que hace que los profesionales de la comunicación nos fijemos más en lo urgente, que suele corresponderse con la agenda que maneja el poder político, y no tanto en lo importante. Es esta una crítica generalizada no exenta de argumentos, que sirve para los medios de España y para los del resto de países de nuestro entorno, pero sobre todo para los de España, país cainita por antonomasia.
Lo importante, dicen, es el bosque, una recuperación sostenida en el tiempo e impulsada por el consumo, y no tanto los árboles
Con este preámbulo, queremos dar voz a aquellos que restan importancia a los tambores de guerra en torno a la inflación y al recorte del PIB del segundo trimestre propinado por el INE, y recelan de la cobertura que realizan los medios de la crisis energética y que tantas alarmas ha disparado en la opinión pública, hitos informativos que, en su opinión, serían relevantes pero estarían magnificados. Lo importante, dicen, es el bosque, una recuperación sostenida en el tiempo e impulsada por el consumo, y no tanto los árboles. Aquí, algunos de sus argumentos:
Inflación coyuntural: según un informe de Arcano, la aceleración del IPC que se está produciendo en 2021 (los precios de consumo suben a un ritmo del 4% anual) se debe a que lo estamos comparando con 2020, un ejercicio con un nivel anormalmente bajo de precios por culpa del confinamiento y las restricciones. Además, esta carestía se está dejando notar en la energía y los coches de segunda mano, principalmente, pero no en la inflación subyacente, que es la relevante y la que está exenta de los elementos más volátiles e imprevisibles.
Cadena de suministros: la demanda de servicios crece con fuerza en los países desarrollados según amaina la pandemia, pero la oferta para satisfacer dicha demanda continúa inestable y estresa los precios, ya que la situación sanitaria tarda en normalizarse, lo que obliga al cierre de fábricas. Según vaya descendiendo el número de hospitalizados, también habrá un levantamiento notable de las restricciones, lo que impulsará la demanda de servicios, aliviando cadenas de suministro y, por ello, costes y riesgos inflacionarios.
Recuperación económica: con precios razonables y tipos de interés reducidos, “las economías no deberían sufrir y la fuerte recuperación que están experimentando debería mantenerse, estando muy cerca de la normalidad… con ‘permiso’ de China”, explican los analistas. En este contexto, los mercados de valores, el inmobiliario y los activos alternativos estarían en precio y deberían beneficiarse de los tipos reales negativos que se esperan para mucho tiempo.
No es que la luz vaya a bajar, que no lo va a hacer, sino que dejará de subir
Instituciones solventes como el BCE de Luis de Guindos o el Banco de España de Pablo Hernández de Cos se muestran igualmente optimistas. La cosa, sin embargo, cambia cuando se trata de explicárselo a ese Juan Español que acaba de recibir una factura de la luz que es para caerse de espaldas y al que, lejos de tranquilizar, advierten de que la cosa irá peor en los próximos meses, pero que no se preocupe, que a mediados de 2022 cambiará la tendencia. No es que la luz vaya a bajar, que no lo va a hacer, sino que dejará de subir.
Con su olfato de sabueso, Juan Español también se malicia que algo grave está ocurriendo en torno al kilovatio cuando ese ejecutivo de esa gran eléctrica, del que todos hablaban maravillas por comandar una de las compañías más innovadoras y sostenibles del país, se ha lanzado a la yugular de sus otrora amigos del Gobierno, a los que acusa de fomentar la inseguridad jurídica, mientras en Moncloa hacen lo propio y lo tildan de usurero y provocador a raíz del extraño fichaje de Antonio Miguel Carmona.
El incremento salarial de los últimos convenios se ha situado en torno al 1,5%, es decir, la mitad que la inflación actual
Son los costes políticos del recibo de la luz. Es la España del garrotazo.
“Esto no hay quien lo pague”: Juan Español no sabe de polinomios. Lo que sí sabe es que la luz está disparada y llenar el depósito cuesta un ojo de la cara y parte del otro. Puede que la inflación sea coyuntural, pero mientras tanto está obligado a hacer de tripas corazón para llegar a final del mes. Los materiales que sirven para construir casas se han convertido en auténticos artículos de lujo. Una viga de acero cuesta más que un Rolex. Si antes había que hacer equilibrios para comprar una vivienda, ahora casi mejor olvidarse.
“El sueldo no me da ni para un café”: Juan Español no está contento. Piensa que le están sisando. Los precios suben, pero los sueldos no tanto. El incremento salarial de los últimos convenios se ha situado en torno al 1,5%, es decir, la mitad que la inflación actual. Lo hacen así, explican los agentes sociales, para no lastrar la recuperación económica y porque solo hay que tener en cuenta la inflación subyacente, que todavía aguanta en niveles razonables.
A Juan Español eso le suena a cuento chino mandarino porque en otros países, como Estados Unidos, sí están subiendo los sueldos. Allí, el coste salarial se está viendo tensionado al alza por la fuerte recuperación del empleo, que mejora el poder negociador del empleado y le lleva a pedir aumentos salariales. En Europa, estos incrementos todavía no se han dado.
Por estas razones, cuando hay que elegir entre lo importante y lo urgente, Juan Español se decanta por lo urgente. Es más una cuestión de supervivencia, circunstancia a la que no deben de ser ajenos los medios de comunicación.