Tiene sentido que los socios de investidura sigan facilitando a Pedro Sánchez la estabilidad parlamentaria porque aún queda más de un año de legislatura o les conviene seguir evidenciando su distanciamiento con el inquilino de la Moncloa? Ése es el debate que se están planteando tanto en Esquerra como en Podemos. El Congreso de los Diputados va a vivir esta semana otra sesión de alto voltaje cuando el presidente del Gobierno, recién llegado de la cumbre de Davos, tenga que comparecer ante sus señorías para rendir cuentas sobre el oscuro caso del espionaje telefónico. Forzado por la oposición y los nacionalistas.
No le apoya nadie, salvo su propio grupo parlamentario. Ni siquiera Podemos. Y fuera de la Moncloa, ERC ya se ha ubicado en modo electoral. Dentro de un año, en las elecciones municipales, los secesionistas se disputarán el control de Barcelona y les sale más rentable distanciarse del Gobierno de España. Piensan seguir explotando el victimismo por haber sido espiados. Con el programa Pegasus, ERC se ha apuntado un 1-0 a su favor. Ha perdido Sánchez. Poco les importa si al presidente le espió Marruecos y de nada le ha servido haber cesado a la directora del CNI porque siguen desconfiando de él.
Tampoco está el Gobierno de la Moncloa para presumir de estabilidad y confianza. Podemos se ha enfrentado al PSOE con la abolición de la prostitución y la ley del ‘sí es sí’. Y entre ‘yolandistas’ y ‘pablistas’ nadie se atreve a hacer apuestas. La vicepresidenta se impone en el Gobierno pero Podemos manda en el grupo parlamentario. Este último año de legislatura está siendo agónico para Pedro Sánchez.
Al contrario que el PP, que está empezando a navegar con viento favorable. Después de haber superado la crisis más grave provocada por Casado y Teodoro García Egea en cuestión de un mes, se sienten fuertes. Con Feijóo y Ayuso conjurados para acelerar el final del sanchismo. Con las encuestas augurando su ascenso demoscópico. Con Isabel Díaz Ayuso entronizada como presidenta del partido en Madrid y con los papeles bien repartidos y complementarios. Feijóo es hábil y práctico. Ha entendido que debe aprovechar el tirón de la líder madrileña, entre otras cosas porque mientras él se dedique a profundizar en la alternativa económica para este país ella le echará una mano haciendo oposición ideológica a Sánchez. En la tormenta de ideas del PSOE no se les ocurre nada mejor que darle vueltas al comodín de la corrupción para asociarla al PP. Los emisarios de Sánchez, más disciplinados que brillantes, repiten la palabra mágica. Co-rrup-ción. Pero pinchan en hueso. En Andalucía, sobre todo donde la gente recuerda el saqueo de los 680 millones de euros de los falsos ERE cuando gobernaban los socialistas.
Los expertos demoscópicos les aconsejan que vayan por otro camino. El PP ya es el partido con mayor fidelidad de voto, según los sondeos, mientras que la del PSOE ha caído en casi 10 puntos en tres meses. Este fin de semana, el presidente Feijóo se ha dirigido a los suyos desde el congreso de su partido en Galicia. Sánchez ha hecho lo propio desde un acto electoral en Andalucía. El próximo día 7 se verán las caras en el Senado donde seguirá ejerciendo Javier Maroto de portavoz popular. Pero el líder del PP busca medirse con el presidente del Gobierno. Una situación que le incomoda a Sánchez y que anhela Feijóo. Será un duelo sin concesiones. ¿Encontrará el presidente algún señuelo más novedoso que el de los derechos y las derechas?