Durango

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 06/01/14

· Lo único que tengo para esos asesinos es desprecio. Por su cobardía, su cinismo, su vileza.

El número de los expresos de ETA el sábado en Durango ni me extrañó ni me indignó. No me extrañó porque es lo que vienen haciendo últimamente, de hecho, fue una repetición de la carta de los aún encarcelados, que respaldaron. Y no me indignó porque han agotado mi capacidad de indignación. Lo único que tengo para esos asesinos es desprecio. Por su cobardía, su cinismo, su vileza. Y he usado la palabra asesinos porque lo son. De la peor especie además. El que hayan cumplido su condena –algunos de ellos no íntegramente– no significa que sus asesinatos desaparezcan. Ni que no tuvieran lugar. Ni que no fueran condenados por ello. Así que serán asesinos hasta su muerte. Luego, no lo sé.

Lo que me indigna es que haya quienes dan credibilidad a sus palabras, quienes rompan lanzas por ellos, quienes asuman sus argumentos y pidan incluso que se les complazca. Si lo hacen porque el complejo de Estocolmo sigue vivo en España ante el terrorismo o porque, en el fondo, siempre han estado de acuerdo con él es difícil de decir. Pero hasta ahí podríamos llegar.

No voy a perder el tiempo metiéndome en el debate de si ETA ha sido o no derrotada. Entre otras cosas, porque sólo el futuro podrá decírnoslo. Pero quiero dejar muy claro que para dar credibilidad a los presos y expresos de la banda terrorista se necesita torcer tanto la verdad que descalifica a cuantos lo intentan. Dicen que presos y ex presos «han renunciado a la violencia». Mentira. La palabra violencia no figura en ninguno de sus comunicados. Hablan sólo de «daños multilaterales» en el curso de un conflicto entre Euskadi y las dos potencias que la oprimen, España y Francia. Dicen que muestran su «compromiso con la vía pacífica». Otra mentira. Su compromiso es con «la vía política», algo distinto. Dicen que «asumen la legalidad penitenciaria». Esta es sólo una media mentira, pues la asumen, pero para obtener los beneficios penitenciarios que tan legislación incluye. Sin asumir ninguno de sus condicionamientos. O sea, un fraude de ley.

Pues de arrepentimiento de sus crímenes, de petición de perdón a las víctimas, de colaboración con la Justicia para esclarecer los asesinatos aún no aclarados o dónde se encuentran los cadáveres no localizados, de petición a ETA que entregue las armas, nada de nada. De hecho, están buscando salir de la cárcel cuanto antes, volver a sus pueblos como héroes e integrarse en el sistema que allí rige con cargos bien remunerados. Una amnistía más o menos encubierta. para agradecerles que no nos sigan asesinando. Y, de propina, piden «el derecho a decidir del pueblo vasco». A eso, le llaman los políticos y comentaristas de que hablaba «un primer paso para la normalización de Euskadi». ¿Entienden mi indignación? No se trata de venganza ni de nada parecido. Lo único que queremos es justicia. Que se haga. Que se cumpla. Que no se doble. Que no se rebaje. Que no se la mancille. Pues lo único real que hubo en el aquelarre de Durango el sábado fue que tuvo lugar en un viejo matadero. Matarifes había allí todos los que se quisieran.

JOSÉ MARÍA CARRASCAL, ABC 06/01/14