La ruinosa independencia
El simplismo con el que los nacionalistas catalanes enfocan su posible independencia económica es pueril, pues dan por hecho que su actual capacidad productiva se mantendría intacta después de separarse de España
EL Gobierno catalán no ha aminorado la agitación soberanista de la manifestación que tuvo lugar en Barcelona la pasada semana. Por el contrario, su presidente, Artur Mas, ha pretendido hacer doctrina de ese acto separatista y asumir la condición de líder de las aspiraciones nacionales de Cataluña. El sentido común y la tendencia pactista que el nacionalismo catalán siempre exhibe como santo y seña de su identidad política parecen haber abandonado a los actuales líderes de Convergència i Unió. En vez de utilizar su experiencia de gobierno acumulada durante décadas para instruir a la sociedad catalana del desafuero que supone una evolución separatista en la Europa de hoy, CiU ha optado por desplegar un discurso activista, que está fuera de toda lógica constitucional, política y también económica. Porque, pese al eslogan soberanista de que con independencia Cataluña estaría mejor, los datos que hoy publica ABC demuestran exactamente lo contrario. La independencia provocaría en Cataluña una reducción de su Producto Interior Bruto de 50.000 millones de euros. Se perderían más de ciento treinta mil empleos, y unas mil trescientas pequeñas y medianas empresas desaparecerían. Los ingresos fiscales bajarían en más de diecisiete mil millones de euros, el déficit público subiría al 12 por ciento, y la deuda pública –con la cuota que debería asumir en la deuda del conjunto del Estado– ascendería a 250.000 millones de euros, hasta situarse en el 150 por ciento de su Producto Interior Bruto.
El simplismo con el que los nacionalistas catalanes enfocan su posible independencia económica es pueril, pues dan por hecho que su actual capacidad productiva se mantendría intacta después de separarse de España, obviando que el flujo de riqueza que circula en Cataluña recorre el resto de España, como bien saben sus principales empresas y entidades financieras. Dicho de otro modo, la riqueza de Cataluña no la producen solo los catalanes, y esto les sucede a todas las comunidades autónomas con sus ciudadanos. Las cuentas que hacen los promotores de estos alardes separatistas no incluyen costes, solo ingresos, y así está garantizada la ruina del sueño independentista.
La independencia de Cataluña es un proyecto que solo se sostiene por la voluntad frentista de sus promotores. No se apoya en un análisis realista de la Europa actual, ni de los lazos económicos internacionales ni de la efectiva imbricación de Cataluña con España y viceversa. Ahora bien, si es la apuesta conspicua de CiU y del Gobierno catalán, el Ejecutivo de Mariano Rajoy tiene la obligación de demostrar que la deslealtad con España no es gratuita ni impune.
La ruinosa independencia