TONIA ETXARRI-EL CORREO
Todos presionan, en distintas direcciones. No solo la oposición al gobierno, como es su obligación. En tiempos de pandemia se han disparado los brotes de descontento. En tantos frentes. En búsqueda del equilibrio entre intereses difícilmente compatibles. Entre el consumo de la luz y el ‘tarifazo’ de impuestos. Las eléctricas presionan en defensa propia. Los partidos defienden sus intereses. Y el Gobierno practica lo que critica. Presionando. Los medios no se libran.
Pero Sánchez no soporta la existencia de la crítica. Tanto es así que en su última intervención parlamentaria exhibió, como un trofeo, su resistencia a las presiones. Solo espera de la oposición silencio y acatamiento. Confundiendo «arrimar el hombro» con poner a todos en fila. Sin acordarse de que él llevó tan lejos su ‘no es no’ al PP -cuando su partido, el PSOE, decidió abstenerse para permitir la gobernabilidad de Rajoy- que prefirió renunciar a su escaño. Ahora, se revuelve desde La Moncloa contra los que le llevan la contraria. Pone mohín de desagrado en sus actos de propaganda para referirse a la oposición. ¡Qué incordio! ¡Solo hacen ruido! El sociólogo Ignacio Varela ironizaba con la situación recurriendo a una referencia demoledora: el presidente de Corea del Norte no tiene presiones en su país. Claro.
En Euskadi, Urkullu tolera las contrariedades con resignación. También existe oposición en el Parlamento vasco aunque a veces la autocomplacencia del Gobierno de Urkullu y Mendia solape el derecho a la crítica. No la del ‘postureo’ como afea Podemos para justificar su apoyo intermitente al ejecutivo de Ajuria Enea. Pero sí, al menos, la del derecho al desahogo.
En el debate del inicio del curso político en el Parlamento Vasco, a Vox se le tuvo menos en cuenta porque se le ha aplicado el ‘cordón sanitario’ que solo le permite intervenir en un tiempo reducido a un tercio. Una situación pendiente de resolución de recurso de amparo pero que todo el mundo da por hecho con absoluta normalidad. Curioso.
Carlos Iturgaiz le leyó la cartilla al lehendakari por su referencia a la soberanía anterior a 1839 («pide derogar la ley de 1876 que ya fue derogada con la Constitución»). Y al PNV este fin de semana por su reclamación de que los jueces que tengan que decidir sobre Euskadi tengan sensibilidad vasca. Declaraciones de Aitor Esteban en este periódico. No es una consideración baladí. El pulso que ha mantenido el Gobierno con los tribunales a causa de los horarios y aforos en la hostelería y los estadios durante la pandemia ha sido a cara de perro. La conclusión del PNV es que hacen falta magistrados con «sensibilidad de país». Una preparación de terreno para pedir Salas específicas. Sin llegar tan lejos como los catalanes . Porque fue el ministro Iceta quien se mostró partidario de ceder a Cataluña las competencias del Estatut anuladas por el Tribunal Constitucional. Entre ellas la creación de un Consejo de Justicia de Cataluña. Una aspiración que le enmendó la ministra Robles, juez de carrera, al señalar que el Consejo tiene que ser único para toda España. Y que, en ese sentido, la sentencia del Tribunal Constitucional «fue correcta». El PNV no va tan lejos . Por si acaso, el PP vasco dice que sus reclamaciones suponen una grave afrenta al sistema judicial. Saben que Pedro Sánchez a la hora de satisfacer las exigencias de sus socios, tiene un pozo sin fondo. Que le será más fácil enmendar una sentencia del Tribunal Constitucional que renovar el Consejo General del Poder Judicial. Ya lo hizo con el Tribunal Supremo al atreverse con los indultos.