Ejercicios de supervivencia

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 22/08/16

Isabel San Sebastian
Isabel San Sebastian

· Sánchez y Rajoy han demostrado que la poltrona les preocupa infinitamente más que el país.

El principal obstáculo que impide a España tener un gobierno operativo es el feroz instinto de supervivencia manifestado por los líderes de sus principales partidos: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Uno y otro han demostrado que sus intereses personales pasan muy por delante de los generales y que la poltrona les preocupa infinitamente más que el país. Ambos juegan a resistir, con la esperanza de ganar, sin reparar en el gasto que pagamos todos a escote.

Rajoy sabe, o debería saber, que el tiempo de su generación quedó definitivamente atrás. No por una cuestión de edad, está en plenitud intelectual, sino porque pertenece a una época que pasará a los libros de historia como la de la corrupción desatada. Una época de exceso y derroche cuya factura alcanza cifras de escándalo. Él no era ajeno al sanedrín de la calle Génova en esos años de oprobio. Formaba parte esencial de núcleo rector del PP y debería haber asumido la responsabilidad inherente a ese papel protagonista, dado que el sistema español de listas cerradas y bloqueadas impide a los electores llevar a cabo ese trabajo. Acaso hubiese dado el paso, de hecho, tras el batacazo de diciembre, de no haber sido por los pretorianos del «aparato» popular que viven, y viven muy bien, de loar sus más nimias acciones glorificando su bendito nombre.

Pero esos pretorianos comprenden que su suerte y abundante pan dependen de que siga ahí el jefe. Por eso insisten a diario en su sagrada primogenitura, por mucho que otras personas de pasado más confesable pudieran haber aunado los consensos necesarios para romper el nudo gordiano y echar a andar la nación.

Mariano Rajoy se niega a ser el único presidente que no repita mandato y a esa prioridad supedita cualquier otra consideración, secundado por el coro que canta sus alabanzas. Lo de Sánchez Castejón es más grave todavía, porque en su caso no es que haya llevado al partido que encabeza de una mayoría absoluta a una victoria por los pelos, sino que ha arrastrado al PSOE al peor resultado de su historia. Al fango.

Pedro Sánchez es consciente de que más de un/a «compañero/a» le espera con la guadaña en la mano. Le acechan para convertirle en chivo expiatorio de una eventual repetición marianista, sacrificado en el altar de la inevitable frustración. Lo que le mantiene con vida es esta interminable espera a la que nos han condenado, unida a su guardia de corps, tan eficiente al menos como la que acampa en Génova. Por eso se aferra, cual lapa, a ese «no es no». España le importa un rábano. El PSOE, otro tanto. Lo que le mueve es su ego, su conveniencia, el terror a perder un chollo por el que muchos matarían.

Y luego está Albert Rivera, en trance de hacer de la necesidad virtud. Tampoco él escapa a este ejercicio colectivo de supervivencia in extremis. Las encuestas publicadas después del 26-J le hicieron pasar del «no, de ninguna manera» a la abstención gratis total y, de ésta, al «sí, dependiendo», porque veía cernirse sobre él la sombra de la irrelevancia política y la penuria financiera. Las campañas salen muy caras y las presiones se manifiestan, también, en forma de cierre de grifos.

La flexibilidad mostrada, por tanto, no es un acto desinteresado, aunque justo es reconocer que sus condiciones, de cumplirse, supondrían aire fresco para esta democracia maltrecha. Señalo dos, ausentes del célebre sexteto, que me parecen irrenunciables: la independencia de la Justicia y el adelgazamiento drástico de las Administraciones Públicas. Sin ellas, el papel de Ciudadanos se habrá quedado en anécdota.

ISABEL SAN SEBASTIÁN – ABC – 22/08/16