Hace ahora un mes, grupos de ciudadanos «indignados» salieron a las calles para expresar su hartazgo hacia la clase política y reclamar un cambio sustancial en el sistema.
Acamparon en decenas de plazas públicas en vísperas de las elecciones y, pese a que la Junta Electoral Central prohibió sus concentraciones, el Ministerio del Interior decidió no desalojarlas. La madrileña Puerta del Sol se convirtió en epicentro del movimiento, autodenominado 15-M, pues mediaba el mes de mayo cuando comenzó su andadura. No importaba la edad, aunque muchos eran jóvenes; tampoco la ideología, aunque avispados dirigentes de uno y otro signo a la caza de votos no tardaron en mostrarles sus simpatías o tomar la callada por respuesta, para no dar un paso en falso que pusiera a la multitud en su contra.
«Lo llaman democracia y no lo es», gritaban entre sus consignas. Un mes después, lo que no parece democracia es la deriva que el movimiento original ha tomado: un alcalde, el de Madrid, que no puede pasear con su familia en su tiempo libre dado que decenas de exaltados se han citado frente a su casa para insultarle porque este año no habrá música de madrugada en Chueca. Diputados que no pueden acceder a sus escaños, presidentes autonómicos obligados a llegar en helicóptero a su parlamento, concejales legitimados en las urnas que son increpados mientras asisten a sus sesiones de investidura…
Los mayores disturbios e produjeron el 27 de mayo en la Plaza de Cataluña de Barcelona con 121 heridos, y el 8 de junio, un millar de manifestantes se atrincheraba junto al Congreso, en Madrid, al grito de «o pasamos o acampamos». En un clima de tensión creciente y ante la pasividad del Ministerio del Interior, un día después hubo altercados violentos frente a las Cortes valencianas: 18 heridos y cinco detenidos. En Salamanca, «indignados» y policía se enfrentaron el viernes 10, y el pasado sábado se saldó con tres detenidos en Palma de Mallorca y dos en Burgos.
Desmarque tardío
Los integrantes de Acampada Sol se desmarcaron ayer en un comunicado de «todo acto violento» y condenaron lo ocurrido ayer en Barcelona, pero resulta complicado cuando han insistido tanto en que esta es una protesta espontánea, sin líderes ni portavoces fijos. Con esas características, cualquiera puede ser 15-M. Lo cierto es que Alberto Ruiz-Gallardón o Artur Mas han sido coaccionados por aquellos que no se sienten representados. La situación ha propiciado que quienes en un principio empatizaban con este movimiento comiencen a recelar al comprobar una degradación que parece irreversible… Y delictiva.
ABC, 16/6/2011