El año del desborde

IGNACIO CAMACHO, ABC – 31/12/14

· El año del comienzo de la recuperación económica ha sido en España el del estallido de la gran crisis política.

Al Gobierno le han fallado los cálculos y las previsiones estratégicas: el año de la recuperación económica ha sido en España el del estallido de la gran crisis política. El ajuste ha pasado la factura justo cuando ha empezado a alcanzar frutos relativos, al contrario de lo que contemplaba la planificación marianista. Y ello ha ocurrido así porque la acumulación de malestar social ha encontrado en la corrupción un catalizador de su saturación psicológica. El trienio de ajuste no ha soportado la prueba de resistencia colectiva; todo el desgaste de seis duros años de dificultades ha roto en catarsis durante este ejercicio que termina.

Los análisis menos superficiales detectaron desde el principio en la recesión un fenómeno inclusivo que comprendía tres grandes crisis solapadas: la económico-financiera, la de valores y la de representación política. El error esencial del Gabinete Rajoy ha consistido en creer que la resolución de la primera implicaba de suyo la de las otras dos, que por tanto no requerían de tratamiento específico. La realidad ha resultado sin embargo contradictoria. Tal vez no lo hubiese sido sin la percepción acumulativa de la epidemia de deshonestidad pública que ha desbordado la paciencia de una sociedad tensa, irritada y derrotista.

Es posible incluso que la alarma ciudadana haya alcanzado niveles desenfocados respecto al verdadero estado de cosas; el sistema de servicios funciona razonablemente bien tras los recortes y la putrefacción de ciertas élites no refleja males estructurales tan agudos como los que ha creído ver la opinión pública. Pero los estados de ánimo sociales no siempre responden a facultades objetivas. La corrupción ha desbordado las aguas del descontento hasta precipitarse en un torrente de indignación ciudadana que tapa con su crecida el hecho cierto de la inversión del ciclo negativo. Ahora falta serenidad para apreciar el fruto del esfuerzo; las clases medias se sienten destruidas y la comparación con el egoísmo de una clase dirigente aprovechada provoca un sentimiento de agravio que no pueden reparar los síntomas de mejoría.

El año 2014 termina con una sensación de fracaso que no se corresponde con los datos ciertos de alivio. Y no se trata tanto de que el crecimiento sea aún precario y desequilibrado como del efecto extensivo de la falta de ejemplaridad pública. La concentración del esfuerzo principal en la economía ha desatendido la necesidad de una depuración moral del ámbito político y el país ha llegado a un peligroso punto de agitación emocional en que prioriza su frustración y su rabia, carne de cañón para el oportunista tráfico de esperanzas de los populismos.

La recuperación no funciona como bálsamo de este desengaño; estamos ante un posible fracaso de sistema provocado por una política de luces cortas y la ausencia de espíritu regeneracionista.

IGNACIO CAMACHO, ABC – 31/12/14