Olatz Barriuso-El Correo

  •  PNV y Bildu ganan tiempo ante el debate sobre el aumento del gasto militar para el rearme de Europa. El vértigo a coincidir con los extremos, Podemos y Vox, es grande

En una sociedad de inveterada tradición antimilitarista como la vasca, no sirven ya hoy, sin embargo, los dogmas inamovibles a la hora de afrontar un debate tan complejo y, sobre todo, tan determinante para el futuro, como el de la defensa de Europa. La obligada autonomía estratégica del Viejo Continente y la necesidad, en consecuencia, de aumentar el gasto militar al dejar caer Donald Trump el viejo orden mundial atlantista que garantizaba a la UE la protección de EE UU promete, como no podía ser de otra manera, emociones fuertes en la política doméstica.

Y, cómo no, también en la vasca, donde PNV y Bildu, aliados ambos de la mayoría que sostiene a Pedro Sánchez, se ven forzados a tomar posición o bien como partidos de Estado (es decir, a favor de cumplir los compromisos con Europa y del plan de Ursula von der Leyen que exige «valentía» para elevar el desembolso en armamento por encima del 3% del PIB) o bien como fuerzas más bien antisistema, alineadas con el ‘no a la guerra’ o el ‘no a la OTAN’ sin matices que abanderan partidos como Podemos, Compromís o IU. Estos dos últimos, por cierto, dentro de Sumar, la plataforma de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, que defiende una postura más ambigua.

El catón clásico forzaría a presuponer un alineamiento sin ambages de Bildu con esas fuerzas situadas a la izquierda del PSOE y un respaldo igualmente sin fisuras del PNV, que siempre ha llevado a gala su europeísmo y, más recientemente, su antiputinismo, a la «obligación» contraída con los socios comunitarios, que ayer recordó Sánchez de visita en Finlandia, de aumentar el gasto en defensa al menos hasta el 2% del PIB. Pero las cosas no son tan sencillas para la primera y la segunda fuerza de Euskadi, los jeltzales empeñados en detener la sangría de votos de las últimas citas electorales y la coalición soberanista lanzada a por el ‘sorpasso’ y con nueva imagen de fuerza institucional y moderada, lejos de maximalismos y de puños en alto.

El caso del PNV es paradigmático a la hora de nadar y guardar la ropa. Los peneuvistas han protagonizado en los últimos meses en las Cortes Generales, liderados además por un Aitor Esteban que es ya el virtual nuevo líder del EBB, numerosos pronunciamientos en favor de Ucrania, del reforzamiento del papel de Europa frente a los «delirios imperiales» de Trump -el lehendakari Pradales ‘dixit’, en Washington para más señas- y de la necesidad de que los Veintisiete se doten de «una verdadera política en seguridad y defensa». «Es la hora de Europa», clamó Esteban el pasado 26 de febrero en la tribuna del Congreso, en una intervención que quedó opacada por los requiebros de Sánchez al portavoz al ser esa su última pregunta parlamentaria antes de dejar, a finales de este mes, el escaño. El Gobierno vasco ha enfatizado las posibilidades que el rearme brinda a la industria armamentística vasca.

¿Por qué entonces los jeltzales ganan tiempo ahora, a la espera de que Esteban comparezca hoy tras participar en la ronda del presidente? El europeísmo de Sabin Etxea está fuera de toda duda, su vocación de partido de orden también. Sin embargo, si el PP fuerza finalmente una votación en la Cámara baja para hurgar en las divisiones de la heterogénea y frágil mayoría gubernamental y obliga a los socios a retratarse antes del Consejo Europeo del próximo día 21, fuentes jeltzales consultadas por este periódico no ponen la mano en el fuego por un voto afirmativo si no es estrictamente necesario para Sánchez y si el prácticamente asegurado rechazo de Podemos (que ha llegado a insinuar que Albares quiere mandar a sus «hijos» a luchar en el frente) acaba arrastrando al resto de las fuerzas de izquierda al ‘no’. «¿Qué ganamos votando con PP y Vox, aunque esté también el PSOE?», se preguntan, un dilema a caballo entre la ética política y la táctica pura y dura, que remite a otros tragos complicados -el respaldo a Edmundo González como presidente legítimo de Venezuela, por ejemplo- para el PNV, siempre reacio a que se le pueda identificar con «las derechas».

A Bildu le sucede algo similar pero al contrario, una suerte de síndrome de la moderación del votante vasco, que, en su caso, ha llevado a Arnaldo Otegi esta semana a pedir «calma» para abordar un debate con múltiples «aristas». Los soberanistas se mueven en el complejo equilibrio de pedir sosiego mientras negocian una posición común con ERC y BNG (está por ver si con Sumar), mientras recitan de carrerilla las palabras antifascismo y antiimperialismo y recuerdan, como hizo ayer Otegi, en su cuenta de ‘X’, el mayoritario ‘no’ a la OTAN de Euskadi en el referéndum de 1986. En su caso, el vértigo es a confundirse con el radicalismo de los morados, a los que en Euskadi aspiran a absorber. La carrera por el centro vasco se disputa ahora en un metafórico campo de batalla.