Juan Carlos Viloria-El Correo

  • El equipo de Sánchez ha elevado la vieja práctica del argumentario a niveles estratosféricos

El último argumentario salido de la factoría de Moncloa se refiere a la cita que Pedro Sánchez le ha lanzado a Feijoo que se resistía al encuentro. «Es de primero de democracia; cuando un presidente llama al líder de la oposición hay que acudir». De primero de democracia. Lo repetía el pasado fin de semana con mucho énfasis la vicepresidenta, Nadia Calviño, en un mitin. Nadie del PSOE dijo lo mismo a los independentistas cuando no acudieron a la llamada del rey Felipe VI o a la vicepresidenta, Yolanda Diaz, cuando ignoró la de Feijoo en el proceso de intentar la investidura.

Es lo que tiene el argumentario. Cero coherencia, cero reflexión, cero política de altura. Frases cortas. Titulares impactantes. Píldoras para consumo de telediarios. El equipo de Sánchez ha elevado la vieja práctica del argumentario a niveles estratosféricos. Se trata, en síntesis, de elaborar un pequeño guión de titulares, tesis, contraargumentos, zascas, para consumo interno del partido, analistas partidarios y miembros del Ejecutivo. Siempre se había utilizado como algo meramente orientativo, para justificar determinadas decisiones controvertidas, pero con Sánchez cambiando de opinión cada tarde o cerrando pactos insólitos, el argumentario de Moncloa se ha convertido en el catecismo de obligado cumplimiento para el Gobierno.

No solo es que se obligue a los ministros a ajustarse milimétricamente a los slogan, lemas, embestidas contra la oposición, ahora se utiliza a los ministros como ariete para salir en tromba hacia los medios cuando las cosas no pintan bien para el relato de Sánchez. Para esta legislatura, sin embargo, han activado un outsider que se aleja de los eufemismos y va al choque directo con lenguaje de la calle. Es el fusible, Oscar Puente, con cartera. Es una variante del argumentario. Como buen parachoques acabará quemado y abollado. Ante la decisión del PSOE de entregar a Bildu el ayuntamiento de Pamplona ya ha dado la primera muestra del papel que se le ha encomendado. Ir un paso más allá. Decir lo que otros no se atreven: «Bildu es un partido democrático con todas las reglas cumplidas» . Ni atisbo de exigir el suelo ético de la condena del terrorismo de cincuenta años. Pero de eso se trata en el argumentario. Se destaca un aspecto y se esconde lo demás…

Con la patata caliente de la amnistía a los condenados o imputados del referéndum ilegal, malversación de fondos públicos, acusados de terrorismo pendientes de juicio, Moncloa ha probado un abanico de argumentarios (reencuentro, convivencia, Azaña, Portugal, Transición) pero a juzgar por las encuestas de opinión, no ha logrado todavía dar con la tecla. El resultado es que el nivel del discurso político se ha convertido en propaganda pura y dura. No hay debate de ideas. No hay altura política. Solo ocurrencias para titulares.