Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El miércoles por la noche, el presidente Sánchez hizo del esperpento la mayor expresión del arte en política. En el breve espacio de tres horas humilló a Ciudadanos, dejándole colgado de la brocha, justo al lado de Bildu. Hirió al PNV en el costado que más le duele al pactar temas de relación financiera con el Estado, que siempre habían sido su coto exclusivo, y hacerlo en plena precampaña electoral. Despreció a sindicatos y a empresarios al despojar de sentido a las conversaciones necesarias para alcanzar acuerdos laborales. Ninguneó a la Comisión para la Reconstrucción pues, si no se se ocupa del empleo, ¿de qué se ocupará? Irritó a sus ministros más razonables. Escrivá y, más veces, Calviño han dicho por activa y por pasiva que la contrarreforma laboral es una materia delicada que precisa un manejo cuidadoso y pactado. Retó a las instituciones europeas que justo esa misma mañana le habían recomendado liberalizar mercados y cuidar los acuerdos laborales. Fue insensible con Idoia Mendia, su líder en el País Vasco, que la noche anterior había recibido la visita de ‘los chicos’ que antes manejaban gasolina y ahora solo pintura y que dañaron su vivienda. Y se contradijo, una vez más, a sí mismo. ¿Se acuerda de aquello tan bonito de «no voy a pactar nunca con Bildu, ¿cuántas veces quiere que se lo repita?».

Pues eso. Primero firmó un pacto con Podemos y Bildu y, al cabo de tres horas, envió un mensaje por whatsapp que «aclaraba» el documento anterior, con tres logos arriba y tres firmas abajo. Ya es casualidad ese empeño en aclarar el único documento emitido en época de pandemia que se entendía perfectamente, pues era diáfano, escueto y directo. Es cierto que, al «aclarar» el primer punto, cumplía con el tercero que le obligaba a informar a Bildu de los avances conseguidos. Pues, ya ve, la primera información le llegaba solo tres horas más tarde.

Era para decir aquello de ‘donde digo digo…’, pero ¿quién se fija en esos pequeños detalles? Lo que resulta aún más sorprendente es que todo este alarde de cordura y coherencia se hizo gratis, sin necesidad alguna. Es decir, se hizo para conseguir la abstención de Bildu en una votación que tenía ganada de antemano. ¿Entonces? ¿Es esto un enorme monumento a la insensatez, un alarde de irresponsabilidad o una maniobra maquiavélica de cambio de colegas? Hoy, lo único seguro es que nuestro mayor problema es el empleo y que, todo esto, atenta contra la confianza empresarial, la seguridad jurídica y la estabilidad normativa. Sánchez hizo justo lo que menos nos conviene. El miércoles, Sánchez nos hizo daño.