ABC-LUIS VENTOSO

No se extrañen si él mismo promueve el 155 como baza electoral

ESPAÑA gasta memoria de pez. Pero contra la amnesia perviven las inclementes hemerotecas. A comienzos de diciembre del año pasado ocurrió algo inaudito, pues no sería tolerado en ninguna nación de nuestro entorno. Un grupo de vándalos separatistas de los llamados Comités en Defensa de la República (CRD) cortó durante quince horas la autopista AP-7 a su paso por Tarragona con una barricada de neumáticos. Protestaban por el encarcelamiento de los golpistas. ¿Una anécdota? La AP-7, que arranca en Almería, es la vía que conecta nuestro litoral mediterráneo con Francia. Una arteria de transporte medular para España fue cegada por unos trescientos activistas, mientras la policía autonómica catalana silbaba a su vera con los brazos caídos. El Gobierno de Sánchez optó por hacer el avestruz. Alegó que las competencias eran de los Mossos y permitió que un puñado de radicales taponasen el paso a Francia de miles de conductores durante todo un día. Por su parte, Torra no solo impartió a su policía la orden de pasividad, sino que animó a los CDR a «apretar». Torra, presidente de Cataluña, es institucionalmente la máxima representación del Estado español allí.

Esta semana ha sido desarticulada una célula de los CDR que preparaba bombas artesanales, que había hecho ya ensayos y que además planeaba asaltar el Parlament. ABC publicó ayer que uno de los siete acusados de «terrorismo» ha confesado al juez que el plan de tomar la Cámara era conocido por Torra y su equipo, que iban a darles facilidades. A ello se suma que el Parlament acaba de aprobar mociones por la autodeterminación de los «Países Catalanes» y a favor de la insurrección de las instituciones catalanas contra la legalidad española. No se me ocurre qué más méritos han de contraer los sediciosos para que se reponga la legalidad en Cataluña con otro 155. Al propio Sánchez se le escapó ayer –o no se le escapó– esta frase: «El independentismo debe volver a la legalidad». Ergo la está incumpliendo y el presidente de España lo tolera a sabiendas.

Y ahora llegamos a una posibilidad que no se está contemplando. El móvil político de Sánchez es ante todo su ombligo, preservar el poder. Sus principios de plastilina se van moldeando según corra el viento electoral. Así que no cabe descartar que se saque este as de la manga: cuando se acerquen las urnas, podría aparcar su mantra del «diálogo» y sorprender promoviendo con contundencia otro 155. La jugada resultaría maestra electoralmente. A los votantes buenistas les explicaría que él lo intentó todo por la vía del entendimiento, pero que topó con un muro de incomprensión e intransigencia. A los votantes que exigen mano dura contra el separatismo les daría lo que demandan, con el consiguiente plus electoral. Y sí, ya sabemos que la operación supondría una incongruencia increíble, al venir del presidente que llegó al poder de mano de los separatistas, que recibía a Torra en La Moncloa con su lacito amarillo puesto, que negoció en secreto con él un diálogo con observadores. Pero hablamos de Sánchez y ahí solo rige un único principio: lo que en cada instante le venga mejor… a Sánchez.