Juan Carlos Girauta-ABC
- Seguir escandalizándonos con ese tipo parecía imposible
Entrañable el doctor Sánchez en la sesión de control de ayer. Ante la Cámara y ante las cámaras pudo denunciar por fin, en un momento de inspiración, que el consumismo había desvirtuado la Navidad. Oh. Es que se te saltan las lágrimas. Esa denuncia no se le había ocurrido a nadie. O sea, a nadie que no estuviera en primaria leyendo una redacción.
A mí ya me parecía una pesadez que vomitaran uno tras otro tal lugar común los compañeritos de segundo de Básica. Cuando lo hacía el jesuita de turno, que también contribuía al empalago, como Sánchez, me vengaba pensando muy fuerte en el Mercedes Rico que me iban a traer los Reyes Magos. Un añadido consumista de tipo
mental que, por pura reacción, vendría a unirse al Yuti-boti, los Juegos Reunidos Geyper 50, el Madelman Buzo, el Cine Exín, el Meccano, Las Mil Caras del Agente Secreto y un patinete. Entonces solo los niños íbamos en patinete y lo considerábamos un divertimento, no un medio de transporte urbano para competir de tú a tú con los autobuses.
Así que ver al doctor Sánchez, a estas alturas de nuestro desprecio al sentimentalismo, las emociones baratas y las idées reçues, leyendo «en sede parlamentaria» la redacción impostada de un chavalete de siete años o, lo que es peor, de un maestro adoctrinador de Vic, me escandalizó, me enfureció, me erizó el vello e incluso me provocó algo de acidez.
Y fíjense que seguir escandalizándonos con ese tipo parecía imposible porque los seres humanos nacemos con limitaciones. La sorpresa, el placer, el enfado o la euforia se agotan. Si perduraran y perduraran, nos colapsaríamos y moriríamos presa de una exaltación insoportable. Parecía que todos los sentimientos que pudiera despertar esa revolución de los idiotas que llamamos sanchismo estaban amortizados para siempre, y que llegado el momento echaríamos al líder de la nada mediante votos contundentes de dignidad y de libertad. Nuestra única duda estribaba en la posibilidad, muy real, de que en España nunca más se celebren elecciones democráticas dado que el régimen está procediendo a la compra o el secuestro de todo lo que se mueve.
Porque sin una Justicia independiente y unos medios críticos no hay nada que hacer. Y por desgracia el gran medio es la tele. Están las televisiones privadas privadas de libertad y de periodismo. Las públicas, ensalzando al matrimonio Ceaucescu y gastando mi dinero. El IBEX, formando una cola limosnera para la sopa boba de los dineros de Europa, que igual pasan de largo sin detenerse y Sánchez se queda con cara de Pepe Isbert.
Por de pronto, el alcaldazo de España avanza feliz. Agarradita de un brazo Carmen Calvo, estrella de la copla; del otro el ejecutivo español platónico, que es distinto al eidos de ejecutivo en el mundo de las ideas. Y cantan, cantan felices y esperanzados. Aseguraría que van salivando. «¡Europeooos, os recibimos con alegría…!».