NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 25/01/14
· Las primarias son una impugnación a la democracia representativa.
Finalizado el último Comité Federal del PSOE la discusión sobre las primarias, forma de elección del candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, ha vuelto a cobrar intensidad. A una de las posibles candidatas -todos se han conjurado para retrasar la presentación de los candidatos- le pareció que un censo de votantes era tan innecesario como restrictivo; otros, en cambio, han justificado su necesidad para poder hacer unos comicios transparentes, ordenados y escrupulosamente limpios. Pero a mí me interesa por encima de discusiones de nivel bajo, propias de párvulos empeñados en llamar la atención de los ciudadanos y distraídos de cuestiones tan importantes como su empleo, su sanidad y la educación de sus hijos, detenerme en aspectos básicos olvidados por la clerecía socialista.
En primer lugar, la apuesta entusiasta por las elecciones primarias, defendida como si fuera el bálsamo de Fierabrás y llevada con ímpetu infantil a los prolegómenos de un futuro proyecto de ley para que se imponga a todas las formaciones políticas, es una impugnación en toda regla a la democracia representativa, entendida como una forma de participación menos democrática y con unos resultados, en cierta medida, dudosos e impugnables.
¿Primarias en todas las federaciones?
La grandilocuencia empleada por los dirigentes socialistas, a la que ya nos tienen acostumbrados los políticos españoles, utilizada para ocultar la falta de ideas y una mínima elocuencia, que siempre es producto de una cultura suficiente y un dominio del gusto por la verbosidad, nos hace dudar de la sinceridad del entusiasmo, a lo que ayuda que no la hayan extendido obligatoriamente a todos los ámbitos del partido. ¿Por qué no se hacen elecciones primarias en todas las federaciones autonómicas?
Parece un golpe de efecto, un intento de llamar la atención de una sociedad preocupada en otros asuntos menos partidarios, sin haberse producido por otro lado una interiorización metabólica de la nueva forma de elección, que obligaría inevitablemente a una adecuación orgánica del PSOE.
Los partidos que funcionan con elección directa de sus candidatos son necesariamente más ligeros orgánicamente, con estructuras menos pesadas e intrusivas. Por ejemplo, los partidos estadounidenses, en los que la dicotomía entre el cargo interno y el candidato es un hecho, en los que el partido se responsabiliza de la continuidad limitada por su debilidad y el candidato tiene una clara vocación de temporalidad compensada por su importancia durante el tiempo del mandato, establecen una duplicidad radical entre el partido y el presidente, senador, etc? garantizando una gran autonomía al elegido.
Desde luego el sistema americano tiene una coherencia provocada por una larga adaptación a través del tiempo; así, la conflictividad entre los elegidos y la estructura (no me refiero a las tensiones entre los intereses de ambos que existen y son el motor del sistema) no las vemos por ningún lado. La divergencia entre lo permanente y el elegido permite la irrupción de la sociedad civil, en ocasiones a través de aportaciones económicas, y la posibilidad de acuerdos en el ámbito legislativo, marco al que no llega la larga mano disciplinaria de una organización partidaria poco poderosa o menos influyente de lo que suele ser en la Europa continental.
Los ejemplos de Italia y Francia
Recurren con frecuencia los dirigentes socialistas a los ejemplos recientes de Italia y Francia, lo que requiere algunas precisiones sin ánimo exhaustivo. Por ejemplo, hoy ya no recordamos quién ganó las primarias en Italia, fue rápidamente desbancado, no por el resultado electoral, aunque no es innecesario recordar que el procedimiento y el método no impidieron la aparición explosiva de fuerzas estrambóticas, sino por la enrarecida política transalpina, sin necesidad de recurrir a las profundas diferencias entre un PSOE poderoso, asentado, con estructuras en las más pequeñas localidades de España y un centro-izquierda italiano producto todavía indefinido de un derrumbamiento estrepitoso del gran Partido Comunista y de un Partido Socialista barrido por los casos de corrupción.
Del caso francés, solo decir que fue elegido el mismo secretario general del partido que, sirviendo para ganar unas elecciones, no ha servido ni para recomponer la influencia de Francia en la UE, ni para que aparecieran ideas nuevas, sin recurrir tampoco a las grandes diferencias entre el sistema de partidos francés y sus relaciones con las instituciones de la República, y un sistema español sobre el que escribí hace tiempo en este mismo periódico.
Unas primarias no son la solución
No estoy en contra de las elecciones primarias, yo mismo participé en las primeras que se hicieron en el Partido Socialista, pero me niego a considerarlas como una solución, y menos como la única. El problema del socialismo español y parece que de la socialdemocracia europea tiene que ver con su incapacidad para adaptarse a una nueva época, a un nuevo tramo de la historia que poco tiene que ver con la realidad social de los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, momento en el que sí mostró su fundamental importancia para generar un Estado de Bienestar.
Hoy el socialismo está obligado a adaptarse a una realidad globalizada y a un mundo dividido entre dos opciones tan claras como diferentes, a una realidad paradójica en la que convive la globalización con impulsos nacionalistas, que se define por la exigencia de protección y a la vez quiere un Estado menos costoso e intrusivo y más eficaz, y en la que coexisten, por ahora sin grandes explosiones a la vista, el mayor desarrollo del ser humano con las mayores diferencias entre los que más tienen y la mayoría, por lo menos en occidente.
Nicolás Redondo Terreros, presidente de la Fundación para la Libertad.
NICOLÁS REDONDO TERREROS, EL ECONOMISTA 25/01/14