Miquel Giménez-Vozpópuli
- Siempre hay que acudir a las fuentes. Por eso, hoy me ha afeitado el barbero de Sánchez
Anda don José, Pepe para los amigos, un tanto mosqueado con la situación política. Tras décadas sirviendo al estado desde su puesto como barbero en presidencia del gobierno, teme que lo cesen. Ya no se puede uno fiar de nadie, me dice entre triste y enfadado. Mi amigo el barbero confiesa que con Sánchez todo es azar, improvisación y nadie tiene la silla segura debajo del trasero. Ahí tiene usted, prosigue, mientras enjabona mi cuello, lo mucho que hicieron por Sánchez, Ábalos y Carmen Calvo o Celaá, total, para que los eche sin contemplaciones. Así no hay quién se apunte a un partido, ¿verdad? Y es lo que yo pienso, continúa el barbero de Sánchez, si ha sido capaz incluso de darle la patada de Charlot a Iván, ya me contará. Le replico que Redondo asegura que es él quien se marcha y no al revés. Don José se ha echado a reír. Hombre de Dios, ha respondido hipando por la risa, lo que me ha hecho estremecer puesto que su navaja surcaba los pliegues de mi tráquea, eso es como cuando le dijeron a Don Manuel Fraga que Areilza había dimitido, a lo que el gallego replicó “es un eufemismo”. Aquí no dimite ni Dios, eso ya lo debe saber usted. Y menos quien detentaba todos los resortes del poder, pero aquel ridículo con Biden alguien tenía que pagarlo, bueno, aparte del dinero que se entregó a determinados lobistas para que el abuelete de los Estados Unidos siquiera le hubiera firmado un autógrafo a Sánchez.
Que si el divorcio de Iglesias, que si el chuletón de Garzón, que si ahora la crisis ministerial. Todo, menos hablar del asalto al poder judicial, de los indultos
Le pregunto a Don José, que insiste en que le llame Pepe, si cuando afeita a Sánchez le ha revelado algo acerca de lo que se cuece en Moncloa con tanto cambio, tanto ir y venir y tanto mareo. Pepe baja la voz, acerca su cara a la mía – y a la navaja – y dice que Sánchez solo habla con Sánchez, que cuando le afeita no deja de perorar acerca de cosas como resiliencia, vacunación, ventanas de oportunidades, fondos europeos, solvencia, servicio público y otros conceptos que ascienden de la silla del barbero hasta el techo cual pompas de un jabón destinadas a estallar en pleno vuelo. Pepe cree que Sánchez es partidario de ir dando carnaza a la prensa y distraer a la oposición con martingalas para que, como dijo el de Olivares, surja el efecto sin que se note el cuidado. Una cita culta, me digo para mis adentros. Pepe sigue hablando y manejando el afiladísimo utensilio con la habilidad de que está acostumbrado a moverse por Moncloa.
Fíjese, don Miquel, continúa, como, igual que cada día tiene su afán, para Sánchez cada día tiene es su titular. Que si el divorcio de Iglesias, que si el chuletón de Garzón, que si ahora la crisis ministerial. Todo, menos hablar del asalto al poder judicial, de los indultos, del chorro de dinero que enviará a Cataluña en detrimento del resto de españoles, de su negativa a celebrar el debate del estado de la nación o de la ley de seguridad nacional. Y ustedes, los plumillas, tienen mucha responsabilidad, porque si en vez de estar a por uvas hablasen de lo que importa, del abuso que supone el precio de la luz, la ruina económica, la subida de impuestos, la bajada de las pensiones o de cómo pasarle la pelota a las autonomías acabará cargándose al turismo, otro gallo cantaría.
Pepe se pone muy serio: el presidente se niega a que le tome el pelo nadie, prefiere ser él quien lo haga
Finaliza el afeitado y, ciertamente, es perfecto y muy apurado. Bueno, dice Pepe, es que aquí se apuran mucho las cosas. Menos los ministerios y asesores, que a esos no hay manera de meterles la tijera ,y eso que lo he intentado. Le pago el servicio, añadiendo una buena propina, que uno es hijo de camarero y sabe lo bien que van cuando el sueldo es menguado. Pero no puedo resistirme a hacerle una última pregunta. ¿Le corta usted también el pelo a Sánchez? Pepe se pone muy serio: el presidente se niega a que le tome el pelo nadie, prefiere ser él quien lo haga. Cuando nos despedimos, añade una frase lapidaria. Don Miquel, he afeitado a no pocos presidentes de España y puedo decirle que el más difícil de afeitar es Sánchez, Tiene una epidermis facial durísima.
Vayan ustedes haciendo números.