El Barça, al servicio de la manipulación independentista

EL MUNDO 04/11/15 – EDITORIAL

· Varias entidades independentistas repartirán hoy alrededor de 30.000 esteladas en los aledaños del Camp Nou, coincidiendo con el partido de la Liga de Campeones que enfrentará al FC Barcelona con el Bate Borisov. La exhibición de banderas independentistas se produce en pleno desafío secesionista y está promovida, entre otras organizaciones, por la Asamblea Nacional Catalana, dirigida hasta mayo por Carme Forcadell y recientemente investida como presidenta del Parlamento catalán. La conexión no es baladí y revela la voracidad independentista a la hora de copar los espacios públicos y su pretensión de convertir al Barça en una palanca de sus intereses.

Exhibir una estelada no constituye delito, pero sí viola las normas de la UEFA. Por ello, la entidad organizadora de la Liga de Campeones ya ha multado al Barça con 70.000 euros después de que miles de sus aficionados enarbolaran esteladas en dos partidos oficiales. El artículo 16 del reglamento de la UEFA sanciona el uso de objetos «para transmitir un mensaje no apropiado» en un partido de fútbol, especialmente, si es de carácter político. Esta normativa está avalada por el conjunto de la legislación deportiva. Ni el Consejo Superior de Deportes, ni la Carta Olímpica, ni los estatutos de las federaciones internacionales amparan la celebración de manifestaciones políticas en los eventos deportivos.

Incluso el ministro de Educación, Cultura y Deportes, Íñigo Méndez de Vigo, ha sido taxativo al exhortar al Barça a «evitar» las esteladas. Ciertamente, de porfiar en su posición, el Barça se arriesga al cierre de su estadio o incluso a la expulsión de la competición, tal como contempla el Código Disciplinario de la UEFA. Para evitar llegar a este extremo, la directiva culé tratará de limitar el reparto de esteladas en las cercanías de su estadio. Además, ayer pactó con la UEFA una especie de tregua hasta que las sanciones ya impuestas se resuelvan por vía judicial, un trámite que podría alargarse seis meses.

El presidente del Barça, Josep Maria Bartomeu, apela a la libertad de expresión para amparar las esteladas. Sin embargo, este contencioso señala hasta qué punto el club azulgrana –ajeno a sus sectores críticos– ha decidido no permanecer neutral ante la manipulación del secesionismo. La corriente de socios Blaugrana al Vent manifestó su rechazo a utilizar «símbolos y mensajes políticos» en los partidos, pero no es casual que su queja haya caído en saco roto. La directiva de Bartomeu –como antes las de Laporta y Rosell– ha decidido perpetuar el papel del Barça de correa de transmisión del nacionalismo, tal como viene sucediendo desde que el gancho de més que un club trocó de divisa antifranquista a puñal soberanista. El lema que le sirvió a Agustí Montal para hacerse con la presidencia del club en 1969 es hoy un desgastado eslogan que concuerda con el prestigio deportivo y la dimensión global del actual campeón de Europa, pero también supone una excusa para flirtear, cuando no coadyuvar, con la doctrina independentista.

A escala deportiva, el Barça es un gran equipo con un palmarés sobresaliente. A escala institucional, se ha convertido en un pilar del régimen nacionalista. Uno de los nudos gordianos de la tupida red de intereses que ha servido para anclar la hegemonía política del nacionalismo en Cataluña desde la Transición. En este contexto, no extraña ni la obsesiva identificación que algunos sectores de la sociedad catalana realizan entre el Barça y Cataluña; ni tampoco que algunos de sus más destacados prebostes se vean salpicados por la corrupción de los Pujol. Tal es el caso de Carles Vilarrubí, vicepresidente del club azulgrana, investigado en el caso del 3%.

En 1918, la Lliga Regionalista de Cambó consideró al Barça «el club de Cataluña» tras recabar su apoyo para promulgar el Estatuto de Autonomía catalán. Casi un siglo después, el club se ha erigido en un portaestandarte internacional del imaginario colectivo del manual nacionalista. Este es el motivo que explica que el Barça convierta la senyera en su segunda equipación, que apadrine la creación de selecciones propias catalanas y que nade en la ambigüedad cuando las esteladas toman el Camp Nou.

EL MUNDO 04/11/15 – EDITORIAL