MANUEL MONTERO-El Correo

Sánchez no dejará de aspirar al Gobierno aunque eso le exija echarse al monte con los que han combatido la democracia y siguen dispuestos a combatirla; donde cabe ERC caben más
Se veía venir, pero aún así no deja de sorprender la rapidez y contundencia con la que EH Bildu está siendo admitido en sociedad. Al final, el término ‘proceso’ referido al País Vasco con el que fuimos atormentados durante un par de décadas se ha convertido en el ‘proceso de blanqueamiento’ de los antiguos secuaces del terror; bien mirado, el significado subliminal de lo que se quería decir aquellos tiempos.

El resultado causa perplejidad. Se debate como si tal cosa si Arnaldo es mejor y más respetable que Abascal, con lo que la tradición terrorista sirve de pronto como pedigrí, quizás como muestra de voluntad democratizadora. Además, Zapatero se hace lenguas sobre los méritos que al respecto contrajo Otegi, cuando la tregua en la que negociaron. Desconcierta el expresidente: ha debido olvidar que aquella tregua fracasó y que fueron las fuerzas del orden las que dieron la puntilla a ETA, estrangulamiento del que ya no pudieron salir. «Apostó por vías claramente democráticas», explica, referido al mismo superhéroe de la paz, uno de los vídeos que ha preparado el Gobierno vasco para los escolares, dentro de esta operación colectiva de limpieza del pasado. ¿Lo hizo? ¿Le oyó alguien condenar a ETA y al terrorismo?

Por lo que se ve, cabe ser «hombre de paz» tras hacer apología del terror, no romper con la organización terrorista y mantener la memoria enaltecedora de quienes practicaron la amenaza. ¿Fue mejor y más respetable, democráticamente hablando, amenazar que ser amenazado? Para entender cabalmente la pregunta ha de tenerse en cuenta que la amenaza no era un grito puntual, sino que conllevaba continuidad, sin fecha de caducidad; y que lo mismo le sucedía al amenazado, que vivía la amenaza como un continuum cotidiano. No hay noticias de que estas circunstancias molestasen al «hombre de paz», pese a que daba tiempo para captar la injuria.

Nos movemos entre el mirar hacia otro lado, el blanqueamiento y la exaltación del pasado tenebroso. Y eso, dejando a un lado las pasiones que el dirigente eximio levanta en Cataluña, que se creía avanzada. O la forma en que se cuenta a EH Bildu entre los presuntos apoyos del Gobierno que vendrá. Como si tal cosa. Es verdad que el PSOE prefiere no tener que acudir a sus votos, pero los vaivenes de estos meses han dejado claro que si el ‘pacto de progreso’ obliga no tendría reparos en acudir al remedio. Lo que sea necesario. Desde luego, Pedro no dejará de aspirar al Gobierno si esto le exige echarse al monte con quienes han combatido la democracia y siguen dispuestos a combatirla; donde cabe ERC caben más.

Madrid bien vale un funeral.

No sirve el clásico «una misa» porque aquí el precio pasa por la conversión socialista a los aspectos más lúgubres de nuestro pasado reciente. Al parecer, la posibilidad de acceder al poder -¿el poder a cualquier precio?- mueve montañas, pero en este caso también abre volcanes. Quizás esta gente no ha caído en la cuenta de los jirones que están dejando en el camino. Agravante: los destrozos no son propiamente por el poder, al que podría llegar por otras vías, sino porque el Gobierno Frankenstein se ha convertido en un objetivo en sí mismo. Hasta el punto de desdecirse, que no es buena táctica política, esas cosas dejan memoria. Donde dijo Podemos-pesadilla pasa al Podemos-maravilla en un par de meses. Todo es ya posible.

En estas condiciones apenas extrañará que pronto EH Bildu adquiera la pátina de «un partido de progreso».

Uno de los logros que tiene nuestra democracia, y no menor, es la victoria sobre el terror. Lo que asombra es la velocidad con que se la quiere malograr. Es como si disgustara que aquello acabara como acabó. Como si se prefiriese haber terminado mediante negociaciones, que hubiesen dado lugar una especie de reconocimiento político del aterrorizador, sin vencedores ni vencidos, el abrazo de Loyola. Hay inclinación a tratar la bicha como si fuera un producto progre de unos años de sufrimiento colectivo y compartido, todos víctimas de la historia. ¿Alguno se equivocó? Pues pelillos a la mar.

Para nuestros exviolentos, miel sobre hojuelas. Quedarán blanqueados sin arrepentir. Llegará el momento en el que esta gente defina qué es el progresismo, por un razonamiento geométrico incuestionable: para avanzar progresivamente ha de irse hacia el extremo, la posición excéntrica que ocupan desde tiempos de Matusalén; hora es de que los demás (progres) avancen hacia lugar tan privilegiado, el mejor desde el que hostigar a tanto carca, el propósito común.

De momento sabemos ya que el PNV no está a la altura en el nuevo estatus, pues no lo quiere inconstitucional, ahora que se ha abierto la veda: lo que se ajuste a la ley sobra, desde el punto de vista de la ultraprogresía. Y, principal, tenemos que «redemocratizarnos», pues Arnaldo Otegi, que estrena el ‘palabro’, estima que no hay democracia real «en el Estado» y por ahí va la solución: negociar para fijar cuándo se vota la autodeterminación y cómo. Acabáramos, son las viejas recetas del pasado asociadas al «diálogo y negociación» con los que fuimos castigados durante los años del cólera.

Si Pedro capta el potencial retórico del término «redemocratizar» tendremos una legislatura completa de gestas que nos abrirán un nuevo mundo, superprogresista y redemocratizador sin pauta ni pausa.