El boicot de los que no saben perder

ABC 26/10/16
EDITORIAL

· Podemos será cómplice de una agresión antidemocrática, como es poner en jaque una sesión de investidura para desestabilizar

EL colectivo antisistema, apoyado por Unidos Podemos «Coordinadora 25-S», se ha propuesto boicotear la investidura de Mariano Rajoy con un llamamiento a rodear el Parlamento mientras se producen las votaciones. En su manifiesto, habla de un «Congreso vacío de democracia», de «golpe de la mafia» o de «investidura ilegítima», llama a atacar al jefe del Estado y pide a los ciudadanos que «llenen las plazas de lucha». Todo muy edificante y pacífico. «Rodea el Congreso» no es una convocatoria política al uso, basada en una protesta legítima o justificada. Es solo el instrumento del que se quiere valer Podemos para erigirse en líder de una oposición virulenta contra el PP desde la manipulación de los ciudadanos y desde la más profunda de las contradicciones. No tiene sentido que promotores y cómplices de la iniciativa, como Iglesias o Garzón, apelen a «rodearse» a sí mismos, ya que como miembros legítimos del Parlamento gozan de las mismas prebendas representativas que censuran para los demás, pero aceptan para sí mismos. Es ridículo justificar protestas y ataques a la Cámara al tiempo que ocupan sus escaños, cobrando el sueldo público correspondiente como miembros de una soberanía nacional que aborrecen.

En el fondo, subyace un intento de deslegitimar lo que las urnas, la mayoría ciudadana, el marco jurídico-constitucional y el sentido común dictan. ¿Por qué cuando gobierna la izquierda su ejercicio del poder es legítimo, y por qué la oposición o las protestas ciudadanas contra ella son ejercicios de fascismo? ¿Qué les autoriza a ellos a apoyar «escraches» y actos violentos de acoso a personas e instituciones que para cualquier español son comportamientos fuera de la ley? Los argumentos sectarios de la extrema izquierda caen por su propio peso. Ni gozan de superioridad moral alguna ni numéricamente tienen opciones reales de gobernar hoy. Por más ruido que hagan, no será mayor su representatividad. Ni su autoridad. El desprecio de Unidos Podemos y de la amalgama de partidos y grupúsculos populistas a la democracia es evidente. Solo se encuentran cómodos en el conflicto, en la agitación violenta y en la sobreactuación. Podemos va a ser cómplice de una agresión antidemocrática, como es poner en jaque una sesión de investidura para generar inestabilidad y provocar a los dieciséis millones de españoles cuyos partidos, por fin, van a avalar, 320 días después de un bloqueo inadmisible, la conformación de un Gobierno. A Podemos lo delatan sus fracasos y errores. Y lo retratan su obsesión por las purgas, su rencor político, un indecente revanchismo fatuo y, por supuesto, su más absoluta irresponsabilidad institucional. Las consecuencias que de ello resulten seguro que no serán culpa suya, sino del sistema. Por supuesto.