EL ECONOMISTA 22/01/15
Los nacionalistas catalanes son conscientes de que Podemos constituye un riesgo para su pretensión de aglutinar a la mayoría electoral en unas eventuales elecciones plebiscitarias, y de aquí que hayan advertido de que la nueva formación política puede convertirse en una especie de ‘caballo de Troya’ del independentismo.
En primer lugar, porque evidentemente el partido de Pablo Iglesias es un competidor más y, segundo, porque puede arrancar a Esquerra Republicana de Cataluña y a la CUP una parte de su electorado radical, precisamente aquella parte no específicamente nacionalista que se ha adherido a la formación de Junqueras como consecuencia de su indignación.
Los temores no son infundados ya que las encuestas de finales de 2014 otorgan a Podemos entre 9 y 14 escaños de los 135 del Parlamento catalán (10-11 escaños la del CEO de octubre de 2014; 9-11 escaños la del CEO de diciembre; 14 escaños la de Feedback de diciembre de 2014).
Pero probablemente el mayor riesgo que corre el nacionalismo independentista es el de que el centro-izquierda catalán se articule con ayuda de Podemos y pugne por el liderazgo, sacando así partido de un abanico de fuerzas muy fracturado.
Una perita en dulce para Herrera
En efecto, aunque la formación ICV-EUiA, heredera de la tradición catalanista del PSUC, estuvo en el impulso inicial del derecho a decidir, ahora no ha sido invitada ni se ha adherido al movimiento político y social que impulsa el llamado ‘proceso’. Y es de imaginar que Joan Herrera, quien ha tenido algunos gestos de simpatía hacia Pablo Iglesias, seguirá explorando la posibilidad de formar un frente de izquierdas con la nueva organización. Sin que se pueda descartar que el PSC termine adhiriéndose a esta iniciativa, que como es natural tampoco es bien vista por el Gobierno Rajoy, por más que sirva circunstancialmente para rebajar la tensión separatista.
Así las cosas, el parlamento de Cataluña se estructuraría en tres bloques: el nacionalista, el de izquierda radical y el centrista; en este último se ubicarían el PP y Ciutadans, aquél con tendencia a la baja y éste claramente al alza y en pos de una representación política en todo el Estado.
En cualquier caso, las elecciones del 27 de septiembre acusarán el efecto de lo ocurrido en las autonómicas y municipales de mayo ?en las que Podemos irrumpirá con fuerza y el PP acusará su desgaste- y serán como es lógico el precedente prescriptivo de las elecciones generales. De hecho, las secuencia de las tres consultas de 2015 estará vinculada a los mismos argumentos y se desarrollará como un continuum en la conciencia colectiva.