EL MUNDO – EDITORIAL – 30/04/17
· La unidad sin fisuras que escenificó ayer la Unión Europea en la primera Cumbre de jefes de Estado y de Gobierno sin presencia británica demostró que lejos de debilitar el club, el Brexit puede ser una gran oportunidad para fortalecerlo. En un inédito y sorprendente gesto, los Veintisiete aprobaron en menos de dos minutos y por unanimidad las directrices a seguir en las negociaciones para la salida de Reino Unido. La rapidez sin precedentes con la que se alcanzó el acuerdo y el consenso sin matices en el contenido del documento que regirá el proceso de divorcio sirvieron para mejorar la estima de los líderes europeos. La Cumbre probó que la amenaza de fractura ante la que la ha colocado su socio más díscolo puede ser una ocasión única para avanzar con firmeza en la integración europea, aunque sea con el modelo de una Europa a dos velocidades.
En Bruselas se respira un clima de alivio. Por un lado, el panorama electoral en Francia se ha despejado ante la previsible victoria del europeísta Emmanuel Macron en la segunda vuelta. Por otro, Reino Unido se encuentra en una posición de debilidad a la espera de que las urnas designen un nuevo Gobierno el próximo 8 de junio. En este contexto, la UE ha hecho de la necesidad virtud con la marcha de los británicos y este fin de semana lo ha escenificado con una demostración de fuerza en el fondo y en las formas de la Cumbre. Esperemos que ese ímpetu no decaiga en las duras negociaciones que se van a prolongar en los próximos dos años y que los líderes europeos sepan preservar la unidad de este sábado.
El borrador de nueve páginas que aprobó la Cumbre es un duro golpe para la primera ministra británica, Theresa May. Primero porque impone que Londres sólo podrá negociar su encaje futuro en Europa –fundamentalmente el acuerdo comercial que regirá las relaciones entre ambos– una vez que se hayan acordado todos los puntos de su salida. Pero también porque a los Veintisiete no les ha temblado el pulso en lo referente a las fronteras de Irlanda, un asunto que –al igual que Gibraltar– va a enervar al nacionalismo británico.
A petición de Dublín, el texto hace referencia a la posible unificación de Irlanda –que fue contemplada en el acuerdo de paz del Viernes Santo– para aclarar que en caso de suprimirse esa frontera que el Brexit va a reabrir, Irlanda del Norte pasaría a formar parte de la UE de forma inmediata. El precedente de la reunificación alemana ha permitido incorporar este punto con la tranquilidad de que no podrá ser utilizado por los nacionalistas de Escocia o Cataluña para reclamar su entrada en la UE ante una hipotética secesión.
Este punto supone un varapalo para los tories, que también ayer comprobaron cómo la UE no ha rectificado en su intención de conceder a España derecho a veto en los asuntos referentes a Gibraltar que se negocien a partir de ahora.
Además de las fronteras, el borrador aprobado ayer en Bruselas destaca otros dos elementos que son esenciales en esta negociación: los derechos de los ciudadanos y la factura que Reino Unido deberá abonar antes de su marcha.
Como debe ser, la UE quiere garantizar los derechos de los europeos que viven en Reino Unido y los de los británicos que residen en otros países de la UE. Para ello, pretende facilitar los permisos de residencia, pese a las reticencias de May, que ha tratado de convertir a los ciudadanos en rehenes para tener más peso en las negociaciones.
Por último, el asunto del dinero se perfila como uno de los más espinosos de la negociación que se iniciará cuando los británicos elijan su nuevo Gobierno. La cifra oficiosa que circula en Bruselas sobre la cantidad que Londres debería abonar por sus compromisos financieros a largo plazo y otros conceptos como la pensión de sus funcionarios europeos alcanza los 60.000 millones de euros.
En definitiva, la UE lanzó ayer el doble mensaje de que su unidad no es sólo retórica y que abandonar la Unión tiene un duro coste. El consenso y sintonía que los líderes mostraron hubiera sido impensable en cualquiera de las Cumbres anteriores para tratar asuntos como los rescates financieros o los refugiados. Sería deseable que esa unidad no se resquebraje cuando se aborden cuestiones espinosas como el futuro Presupuesto europeo sin Londres (que implicará reducir las partidas para los países más pobres o aumentar los fondos que aportan los más ricos). Si los líderes logran mantener el ímpetu, el Brexit puede ser una gran oportunidad para avanzar en la integración y definir cuál debe ser el funcionamiento de la unión.
EL MUNDO – EDITORIAL – 30/04/17