El brillo fatal de la corrupción

EL MUNDO – 14/06/16 – LUCIA MÉNDEZ

· España vive un momento histórico. Los españoles esperaban el primer debate televisivo a cuatro, una vez que decidieron con sus votos que el Congreso fuera una cámara a cuatro. Pero ni los partidos viejos ni los partidos nuevos querían arriesgar demasiado en esta campaña. Tenían que hacer un debate por aquello del qué dirán y lo hicieron. Pero con normas rígidas como las de toda la vida. Tiempos tasados. Bloques cerrados. Reglas para ganar los cuatro. O, por lo menos, para no perder.

Por desgracia para las mentes biempensantes, el debate solo brilló como espectáculo televisivo en el bloque de la corrupción. Ahí Rivera se encaró con el líder del PP de forma muy directa.

Mariano Rajoy había marcado el territorio en la primera parte. Si Pedro Arriola hablaba al oído del candidato del PP, no era difícil sospechar que el más veterano de los aspirantes del 26-J quería narcotizar la velada, de la misma manera que ha narcotizado a su partido. La rigidez de los bloques y el lío que se hicieron los moderadores con unas reglas que por momentos no lograron imponer –el más concreto y certero, Vicente Vallés– permitieron a Mariano Rajoy ejercer de profesor de matemáticas y estadística casi durante una hora.

No así en la segunda parte, cuando el debate descendió al barro de la corrupción. Rajoy fue la principal víctima de este bloque, pero no la única. Albert Rivera lanzó unas cuantas dentelladas a Pablo Iglesias, que se defendió con un tono mesurado propio más bien de aspirante presidencial que de agresivo tertuliano. Las encuestas hacen su trabajo. Pedro Sánchez, al que le costó entrar en el debate, lo consiguió contra Rajoy, y también contra Iglesias, a quién culpó una y otra vez de su investidura frustrada. Incluso se metió con la beca de Errejón. «El adversario es Rajoy, Pedro, no soy yo», le respondía el líder de Podemos.

El profesor Rajoy que en la primera parte riñó a los muchachos por no haber repasado las lecciones de macroeconomía, perdió pie cuando llegó la corrupción. Entonces le mudó la cara y no pudo defenderse con eficacia de los ataques. Los tres jóvenes políticos le sacaron los colores. Rivera, en particular. «No le voy a llamar indecente, España se merece un nuevo Gobierno, le pido que reflexione». Que reflexione sobre su retirada, se entendió. No hubo novedades de fondo. Sánchez, que salió del debate más vivo de lo que entró, no quiso aclarar si el PSOE pactará o no con Podemos después del 26-J.