El cara a cara entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición que ocupó la sesión de la tarde en el Senado se presentaba marcado por la disparidad de los instrumentos de que disponía cada uno de los contendientes. Tenía ventaja Sánchez y no solo por la disparidad de tiempos de cada cual, cuatro veces más Sánchez que el presidente del PP. Como dijo Teodoro León Gross el factor más favorable para Sánchez que tiene mucha más cara que su oponente.
Fue un error darle más tiempo al chulángano de La Moncloa. Solo está convencido de su elocuencia, cuando debió pensar en que disponer de más tiempo era tener màs soga para su propia horca. A Feijóo, en cambio, sus dos cuartos de hora un poquito largos, tasados con un rigor extraordinario por el presidente de la Cámara, que le conminó en seis ocasiones a terminar sus dos intervenciones.
Sánchez estuvo errático e inconcreto y sobre todo faltón, mientras acusaba a Feijóo de insultarle y de encastillarse en el no a todo los que venga del Gobierno, lo que le obligó al presidente del PP a hacer una cita esclarecedora: “No es no. ¿Qué parte del no no entiende?” La primera intervención de Sánchez fue, ya digo, divagatoria, errática y, qué sorpresa, mentirosa. Ya desde sus primeras palabras: “He querido comparecer ante esta Cámara con total franqueza…” Y empezamos, pensó uno, pero llegó más lejos. Durante su réplica, dedicó toda la hora de su intervención a hacer una oposición de trazo grueso, entre la ordinariez y la mentira, situando a su contrincante al menos en una veintena de ocasiones en la disyuntiva: “insolvencia o mala fe”. Estuvo muy atinado y fino Alberto Núñez Feijóo, que se despidió con una dejada impecable, invitándole a que desistiera de sus esfuerzos para hacer oposición desde el Gobierno: “para hacer oposición solo tiene que esperar a las próximas elecciones”. Sánchez es un killer nato. Por eso debió reclamar que le fijaran intervenciones más cortas. Lo decía el gran Eli Walach en ‘El bueno, el feo y el malo’, una película que rodamos juntos, aunque yo no fui acreditado en los títulos. Un antiguo enemigo lo sorprende en el trance de bañarse y comienza a soltarle una perorata interminable mientras lo apunta. De debajo de la espuma salen dos tiros y Tuco dice al pistolero mientras cae: “cuando se dispara no se dice nada”.
Cualquiera que viese el espectáculo parlamentario se llamaría a escándalo al ver que Pedro Sánchez acusaba a su oponente de lo que él no paró de hacer en sus dos horas largas de verborrea, o sea, de insultar. Pero no se resignó a privarse de ponerle un broche de otro a su charla al acusar al presidente del PP de mentir sin despeinarse y le puso como ejemplo una cita de Feijóo, por haber dicho que los españoles, cuando se levantan piensan en la inflación y no en la renovación del Gonsejo General del Poder Judicial, que es, lo que por lo visto, les quita el sueño en su opinión. Casi todas las acusaciones que hace Sánchez, también las de ayer, tienen algo de autodefinido. Uno tuvo esa impresión el día que le dijo a Mariano Rajoy en el debate electoral de 2015: “Para ser presidente del Gobierno de España hay que ser una persona decente. Y usted no lo es”. En ese momento tuvo uno la certidumbre de que aquel tipo era lo más indecente que había dado la política española en muchas décadas”.