El cardiograma

ABC 03/11/15
IGNACIO CAMACHO

· El retrato demoscópico del país oscila como un cardiograma cuyo diagnóstico sugiere una campaña de infarto

EN los estados mayores de los partidos triunfa una profesión de riesgo: la del tabulador de encuestas. Como la partitocracia anda cortita de pasta –no será por falta de subvenciones–, en vez de encargar sondeos gorronea los de los medios de comunicación y se los entrega a sus sociólogos de cabecera para que les escruten las tripas y saquen conclusiones propias a base de modelos de ajuste y medias ponderadas. Pero los analistas están confusos. No sólo porque los diferentes estudios de opinión pública coinciden poco entre sí debido a los condimentos de cocina, sino porque los promedios pierden peso y vigencia a velocidad de vértigo. Las puntas de estimación de voto fluctúan por semanas y hasta por días a tenor de la agenda política y hasta de los programas de televisión. En este clima no ya volátil, sino gaseoso, los pronósticos envejecen con cada sacudida de la actualidad. Y con un problema añadido para la estrategia electoral: la escasa distancia entre los contendientes dificulta sobremanera la tarea de afinar el reparto de escaños. Por primera vez desde la Transición los coeficientes de la regla De Hont van a disputarse en apretados decimales, y con ellos la atribución de diputados que decidirá el juego de mayorías. Nada está escrito, ni siquiera en borrador.

Con un ruido político tan intenso algunas muestras pueden ser papel mojado si el trabajo de campo se efectúa en medio de cualquier polémica de impacto informativo. Los expertos clavan la vista en la intención de voto y tratan de limpiar la distorsión ambiental para proyectar resultados sobre un fondo constante, pero encuentran pocas referencias estables y además han topado con el revuelo sobrevenido en la crisis soberanista catalana. Hasta ahora, el mapa electoral español era muy previsible por mor de la estructura bipartidista y apenas había variaciones en el período final. Sin embargo la potente irrupción de nuevas fuerzas obliga a un replanteamiento de los métodos y a una enconada disputa del voto puerta por puerta, casa por casa. La lucha a cuatro, con preferencias muy basculantes, intensifica el poder decisivo de una campaña que arranca con alto nivel de indeterminación. La fulgurante estela del cometa Ciudadanos ha complicado los cálculos al provocar desplazamientos múltiples en las órbitas del sufragio. Ya no basta el hábito mecánico de extrapolar a la distribución provincial los porcentajes globales: es preciso ajustar el impacto de las candidaturas emergentes en casi una treintena de circunscripciones con pocos diputados que venían repartiéndose los dos partidos mayoritarios. Los restos y los marginales cuentan, y mucho. Habrá incertidumbre hasta el final, e importarán los matices, los errores, los tonos.

El retrato demoscópico del país parece un cardiograma. Oscilante, vibratorio, espasmódico. El diagnóstico es el de una campaña de infarto.