El carro, los bueyes y la siembra

MANUEL MONTERO, EL CORREO 20/07/13

Manuel Montero
Manuel Montero

· El pintoresco momento histórico que vivimos los vascos nos queda evocado en rotundas imágenes de inspiración rural.

· Será corto en palabras, aunque ya no largo en hechos, pero resulta admirable la capacidad del político vasco de resumir exigencias y peticiones en un latiguillo sonoro.

Un ejemplo: nada complace más a nuestros mandos que pedir que se mojen los demás. El PNV suele exigir al Gobierno que se moje: en el proceso, en el autogobierno, en la paz… que en su concepto viene a ser lo mismo. Bildu no digamos. Pide a Urkullu que se moje por los presos, a todos que nos mojemos por la normalización y al Gobierno por la negociación. El afán por los remojones ajenos no es monopolio nacionalista. En un momento dado, todos creen que toca mojarse. Patxi López llamaba a los suyos a hacerlo y que le votasen, el PP vasco se lo pide al lehendakari de ahora: «Salir de su despacho, convocar a los partidos, mojarse». No le gusta seco.

Como se ve, en la acepción vasca el tropo quiere decir que el otro –el que se tiene que mojar– asuma los postulados del que se lo exige. Los idearios propios se identifican con la humedad, no se sabe por qué, la mojadura es un deber moral y una cobardía si no acaban empapados. La utilización más brillante del dicho le corresponde a Urkullu, profético, que en octubre llamó «a mojarse para hacer frente al nuevo tiempo». Y tanto. La ciudadanía ha cumplido, no podrá quejarse. El nuevo tiempo sería el diluvio de meses que llegó luego. Nunca el pueblo ha obedecido tan unánime a un lehendakari, mojándose día a día. A ver si el próximo año cambia pronóstico y mandato, que la gente ha quedado algo harta.

Sin menospreciar metáforas creativas de este tipo, en la política vasca triunfan las de evocación rural. El nuevo tiempo –el de Urkullu y la lluvia– gira en torno a tres expresiones características: tirar del carro, poner los bueyes delante del ídem y sembrar para cosechar. Vienen a ser axiomas imperativos.

Todos están de acuerdo en que hay que tirar del carro. Hay diferencias porque cada uno entiende por carro lo que quiere. Así, Sortu se queja de que le toca tirar del carro de la soberanía y le gustaría que lo hiciese también el PNV. No debería lamentarse, pues es injusto reprochar al PNV que no le guste tirar del carro. Lo considera una de sus funciones prioritarias. Del partido o del Gobierno vasco, éste siempre, incluso si gobiernan otros: al PSE se le quejaba de que no tiraba del carro.

Es una jaculatoria trasversal. El PSE no tiene otro afán que tirar o que tiren otros –y Egiguren exigía a López que tirase de su carro–, pero es el PP el que muestra una rara querencia por el dicho. Desde Basagoiti –en un trance poético se declaró dispuesto «a tirar del carro y a arrimar el hombro»– a Quiroga, pasando por Iturgaiz o Barreda: todos insisten en lo de tirar el carro. Será marca de la casa, pues también Rajoy quiere que «todos tiremos del carro»: con él encima para dirigir, cabe suponer.

Aunque rutinaria, la alegoría resulta sobrecogedora. Nos imaginamos a los políticos (¡o a nosotros mismos!) arrastrando pesos, agotados. Ahora que no hay carros o no los tiran los humanos sorprende este afán masoquista. Para más inri, se obtiene la desagradable impresión de que el carro somos nosotros y nos ven como una carga.

En el uso vasco del dicho –¿no habría que sustituirlo por arrastrar la piedra, para ahondar en la identidad?– el problema lo plantea la variedad de carros: el carro de la pacificación, el de la normalización, el soberanista o el carro a secas… Pero hay unanimidad: hay que tirar del carro y en una dirección –ha sido noticia que «Urkullu y Ortuzar tiran del carro en el mismo sentido», menos mal–. Por eso la figura retórica simboliza los nuevos tiempos.

Otra norma ruralista guía hoy nuestra vida pública: poner el carro delante de los bueyes. Su uso no es universal, pero nos marca. Resulta un principio fundamental del PNV. Lo usa para todo. Urkullu en plan pedagógico: «Antes de que se malinterprete la respuesta, insisto en no poner el carro antes de los bueyes. Nada me ata a PP, PSE ni a Bildu». Pero el más obsesionado con el dicho es Ortúzar. «Nosotros queremos poner el carro detrás de los bueyes y Patxi López quería poner el carro delante de los bueyes», aseguraba. Tiene verdadera fijación por ordenarlos bien. El PNV lo hace, asegura: hemos tenido suerte. Pero ha avisado que con frecuencia los demás lo hacen al revés: el PP –«mal»–, el proceso del Estatut, todos acerca del fin de ETA. Por lo que se ve, al gobernarnos el PNV busca sobre todo poner los bueyes delante del carro, después va todo rodado.

El orden correcto no es sólo por estética. Todo ello persigue una finalidad, que marca esta etapa venturosa: la siembra. Estamos sembrando para recoger. Lo explicó Urkullu cuando las elecciones, en un discurso que aún impresiona. Su parábola de la siembra, no careciendo de atractivo, agobia. De acuerdo: el compromiso del PNV es «resistir y sembrar», una asociación resistencial. Pero nos propone «trabajar todos los días», con dedicación, esfuerzo, «el sudor de cada día», «madrugar», preparar la tierra, airearla, etcétera. Demoledor. «Ser abertzale… significa levantar la persiana todos los días». La parábola ramifica en tropos cotidianos y nos augura trabajos sin límite. Si con un panorama tan espinoso ganó las elecciones no extraña que hasta nos mande el diluvio universal.

Lo importante: el pintoresco momento histórico que vivimos los vascos nos queda evocado en rotundas imágenes de inspiración rural. Gustan, aunque el oyente ni sepa sembrar ni cómo se uncen los bueyes y mucho menos haya tirado nunca de un carro. Muchos, ni lo han visto.

MANUEL MONTERO, EL CORREO 20/07/13