Jorge Bustos.El Mundo
El caso es que España ha decidido que el centro le sobra, que lo que quiere son extremos. Es evidente que Rivera tendrá que irse –ojalá lo haga con grandeza, sin encastillarse, a la altura de su histórico coraje– y que Inés Arrimadas habrá de liderar un partido racional de arduos grises absolutamente necesario en una España emocional en blanco y negro. Pese al cuadro del fusilamiento de Torrijos en que ahora consiste el ánimo naranja, el partido cogobierna cuatro autonomías y le sobran reservas intelectuales para la refundación: no tardarán en llegar otras elecciones que hagan justicia a un centro liberal lastrado por el calcinamiento de su fundador.
Pero lo de menos es lo que pase con Cs: lo significativo es lo que su desplome tiene de metáfora del fin de la concordia que inauguró la Transición. Que el naranja se haya coloreado de verde supone que el esfuerzo de reforma es sustituido por el ímpetu de ruptura, el prestigio de la moderación por la testosterona del radicalismo y una cierta atención a los hechos por el descaro de las mentiras estimulantes. En su saña antiCs, el bipartidismo no escatimó artillería para acabar con Rivera, y Podemos y Vox se sumaron al linchamiento con entusiasmo de neófitos. Periodistas y tuiteros, redes sociales y tertulias, por tierra, mar y aire, noche y día, laborables y festivos, semana tras semana. Ayudados por el estomagante infantilismo en que a menudo incurría la comunicación del partido, sin duda, pero obviando el mismo celo cuando se trataba de enjuiciar los desatinos de los demás. Pues bien, el plan se ha consumado: el tumefacto cuerpo del centro boquea para sobrevivir. He aquí el legado de cainismo que acompañará siempre a Pedro Sánchez, el dirigente más tóxico de la historia de la democracia, el taxidermista que evisceró al PSOE, legitimó al separatismo, despertó al nacionalcatolicismo embridado en su día por Fraga y Aznar y ahora se propone reinar sobre las ruinas del pacto constitucional. Hará equilibrios de Joker sobre los escombros unos meses más hasta que se caiga y tengamos que recalificar este solar para reconstruirlo de nuevo.