Tonia Etxarri-El Correo

La victoria de Sánchez se daba por descontada en todos los sondeos demoscópicos en los que ya casi nadie asegura creer. El incremento de participación en las votaciones confirma que los electores se han inclinado por la opción de la izquierda populista y el independentismo para resolver uno de los problemas más acuciantes que tiene el país, como es el desafío rupturista en Cataluña.

Con la victoria del PSOE, y aunque necesite a Podemos y el apoyo de algunos nacionalistas, se da por descontado que la investidura de Pedro Sánchez se producirá sin mayores obstáculos. La irrupción de Vox ha dinamitado al bloque del centro derecha, provocando un desplome del PP que Pablo Casado solo puede interpretar en clave de derrota. Personal, incluso. El marianismo le dejó una herencia que lastraba su proyecto de nueva etapa. Pero su sucesor, que no ha podido consolidar su liderazgo, abandonó el centro por decisión propia y ha salido muy perjudicado con su apuesta radical.

En Cataluña, sus seis escaños anteriores se han quedado reducidos a uno, el que ocupará Cayetana Álvarez de Toledo en Barcelona. Y en Euskadi, donde EHBildu ha redoblado su representación y el PNV gana un escaño más, el PP ha quedado barrido del mapa parlamentario.

En ese centro abandonado por el PP quizás se reubique Ciudadanos ahora que ha visto que su apuesta de mantener el veto a pactar con Pedro Sánchez no le ha salido tan mal. No ha conseguido «echar a Sánchez» pero habrá que ver cómo adapta su discurso porque, a pesar de su tercera posición que desplaza a Podemos, se ha quedado en tierra de nadie.

El Partido Socialista ha obtenido muy buenos resultados porque Sánchez ha conseguido desviar el foco sobre el peligro de ruptura de Cataluña hacia la polarización entre izquierda y derecha. Y la aversión a la derecha ha movilizado el voto. Pero necesitará ayuda para gobernar.

A Pablo Iglesias no le ha funcionado su transformación en los debates televisivos. No le ha ayudado a contener la fuga de votos que ha recuperado Sánchez. Se ha desplomado. Aun así, es posible que gobiernen juntos.

¿Gobierno de izquierda populista? Es probable. Con la ayuda de algunas fuerzas nacionalistas. Sánchez es un superviviente. Le hemos visto renacer de las cenizas de aquella derrota que sufrió en el convulso comité federal de su partido en octubre de 2016. Y las fuerzas nacionalistas de toda suerte y condición están con él. Les interesa un gobierno de izquierda populista que se avenga a sus exigencias. El referéndum sobre la independencia sigue esperando su turno.