EL CONFIDENCIAL 04/04/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· El independentismo catalán comienza a experimentar la sensación de que sus pretensiones no tienen la energía suficiente para que el proceso soberanista obtenga por sí mismo los resultados apetecidos
En su último libro, Manuel Conthe (Pensar con Arte. Ed. Biblioteca Nueva 2014) relata el “dilema de Menelao” extraído de la Ilíada de Homero. Se refiere a la carrera que disputa con Antíloco, un hombre temerario que trata de ganar como sea la competición de aurigas. Menelao, ante la fogosidad de su oponente, cede para evitar un accidente que dé con los dos corredores en la arena. Menelao, prudente, ceja en espolear a sus yeguas y permite el triunfo de Antíloco.
De este episodio homérico escribe Manuel Conthe lo siguiente: “En ese juego lo mejor para cada jugador es mantenerse firme y que sea el otro el que ceda; pero si ninguno lo hace, se producirá una accidente o desgracia de la que ambos saldrán malparados. Como revela la narración de Homero, en este juego suele ganar el jugador más atrevido -Antíloco-, y pierde el más prudente -Menelao-, de forma que tener reputación de loco o extremista puede ser una ventaja táctica”.
El premio Nobel de Economía, el americano Thomas Schelling, consideró este relato de la Ilíada, según Conthe, como la versión más temprana del chicken game que se ha venido en denominar el “juego del gallina”, expresión que popularizó el británico Bertrand Russell en 1959 cuando lo utilizó como símil de la confrontación entre dos potencias nucleares. Nos advierte el economista Conthe que en la versión de Russel “los coches rivales se dirigen uno contra otro y quien cede -y pierde- es el primero que da un volantazo para evitar el choque frontal”.
La confrontación abierta es la única potencia que le queda a CDC y ERC para evitar el ridículo y mantener la épica de la iniciativa secesionista
Parece evidente que Artur Mas y Oriol Junqueras, flanqueados por los responsables de Òmnium Cultural, Asamblea Nacional Catalana y Asociación de Municipios por la Independencia, están dispuestos al chicken game con el Estado para intentar lograr la independencia de Cataluña. Su hoja de ruta -una Cataluña independiente a los 18 meses de las elecciones del próximo 27 de septiembre, proclamación que no están dispuestos a que pare el Tribunal Constitucional- busca un choque frontal suponiendo que la prudencia de Menelao-Estado propiciará que dé un volantazo en los últimos metros para evitar la colisión.
No es nada seguro que este cálculo sea certero y que, por lo tanto, el siniestro no se produzca y ambas instancias -Cataluña y el resto de España- salgan malparadas. El independentismo catalán comienza a experimentar la sensación de que sus pretensiones no tienen la energía suficiente para que el proceso soberanista obtenga por sí mismo los resultados apetecidos. Es decir, que su potencia no es bastante para obligar al Estado a avenirse a un referéndum a la escocesa. La confrontación abierta sería, en esa lógica, la única que le queda a CDC y ERC -más las organizaciones sociales que les secundan- para, además de evitar el ridículo (ese ridículo que Mas siempre descartó), mantener la épica de la iniciativa secesionista.
Jugarse el “todo por el todo” y «de perdidos al río” son dos refranes muy españoles que definirían bien la opción -“es un delirio”, según el diario El País del pasado miércoles- de los dos dirigentes catalanes a los que su apuesta se escapa como el agua en una cesta de mimbre. Esta huida hacia delante de ambos conlleva la comisión de errores de extraordinaria dimensión: dotar de carácter plebiscitario a una elecciones autonómicas anunciadas con más de medio año de antelación; pretender proclamar la independencia si hay mayoría de escaños, aunque no la hubiera de votos populares y enfrentarse a la legislación constitucional española y a la internacional de la Unión Europea (sus tratados) y de las Naciones Unidas.
Jugarse el ‘todo por el todo’ y ‘de perdidos al río’ son dos refranes muy españoles que definirían bien la opción de Junqueras y Mas
Cuánto más sensato sería que cundiesen en Cataluña los términos políticos y sociales del manifiesto recientemente publicado por la plataforma Construïm bajo el título Somos lo que construimos, en el que un grupo de personalidades catalanas reclama el pacto, la negociación, “la amistad cívica aristotélica” y los mejores valores del catalanismo que tanto Mas como Junqueras han olvidado. En su radicalidad, estos líderes -que han perdido muchos aliados en el camino- hacen más inverosímiles sus objetivos, aunque exponen al país en su conjunto a un fuerte estrés político y social.
En este “juego del gallina”, el Estado -sería en 2017, aunque el problema se plantearía el día 28 de septiembre próximo si los independentistas obtienen mayoría absoluta- no va a dar el volantazo por más que Mas y Junqueras tampoco lo hagan, porque éstos no juegan con naipes ganadores sino que están sobreactuando de manera nada responsable. Sería mejor, por lo tanto, que se evitase la terrible tentación del chicken game.
Y si no fuera posible, que asuman sus consecuencias los que plantean a las bravas, ilegalmente, sin las bazas suficientes y con ausencia de razonabilidad y racionalidad, la independencia de Cataluña que, como acreditan episodios históricos muy conocidos, ningún gobierno de España admitiría. No obstante, atendamos a la última reflexión de Manuel Conthe: las emociones e impulsos irracionales “pueden, en ocasiones, beneficiarnos”. Eso es lo que están pensando, justamente, Mas y Junqueras.