Josep Martí Blanch-EL CONFIDENCIAL
- La repetición electoral está a la vuelta de la esquina. Puede evitarlo un frente de izquierdas, en el que los socialistas tendrían la última palabra, o que JxCAT y ERC retomen las negociaciones
Que la política catalana es un circo es cosa sabida desde hace tiempo. Lo que nadie esperaba es que el tirador de cuchillos, el hombre bala, payasos, trapecistas, malabaristas, tragafuegos y demás personajes de tan insigne espectáculo acabaran a guantazos en medio de la pista ante la atenta mirada de todo el respetable.
Éramos conocedores de que la cuadrilla de personajes que actúa en esta pista no se soporta. Pero andábamos convencidos de que las grandes trifulcas se reservaban para la intimidad de las caravanas. Pensábamos también que el botín que siempre (y en todas partes) supone formar Gobierno era suficiente pegamento para que finalmente ERC y JxCAT alcanzaran un acuerdo de legislatura. Pero saltó la liebre.
Unos y otros vienen filtrando desde el sábado, día en el que Pere Aragonès protagonizó la espantada mandando a tomar viento a los discípulos de Carles Puigdemont, los argumentos de parte con los que justifican el haber llegado metafóricamente a las manos, hasta el punto de romper las negociaciones después de 83 días de agrias conversaciones.
Para ERC, toda la culpa es de JxCAT, que exigía una tutela de la Generalitat por parte de Carles Puigdemont a través del Consell per la República y que, además, pretendía apurar los plazos de negociación para, ya situados ante la obligada repetición de las elecciones y la necesidad de evitarlas por la pandemia, obligarles a ceder más poder del que les correspondería.
En cambio, para JxCAT es ERC quien ha provocado el accidente porque realmente quería que ocurriese. Explican los junteros que los republicanos no han querido nunca alcanzar un acuerdo con ellos, porque lo que desea en realidad Oriol Junqueras es enterrar definitivamente el proceso independentista y apostar por el eje ideológico izquierda-derecha. De ahí que en dos meses y medio de conversaciones no hubiera apenas concesiones a JxCAT. Probablemente, entre estas dos versiones de parte ande la verdad, que siempre se construye con retales.
Lo sustantivo, no obstante, es que no se soportan porque compiten por el mismo electorado. Más que gobernar juntos, la aspiración de ambos es que el otro desaparezca. Es esta competencia lo que explica tanto el periodo de aceleración del proceso independentista (2012-2017) como su posterior colapso y entrada en el laberinto en que ahora sigue embarrancada la política catalana.
Y entonces, ¿es posible un Gobierno en solitario de ERC?
Pere Aragonès se aferra al compromiso adquirido por el secretario general de JxCAT y jefe del equipo negociador, Jordi Sànchez, de facilitarle la investidura aunque los puigdemontistas se quedasen en la oposición. Pero el mismo Sànchez añade ahora letra pequeña a ese compromiso: primero ERC tiene que alcanzar un acuerdo con los comunes y, posteriormente, las bases de JxCAT tendrían que dar su aprobación.
El acuerdo con los comunes es relativamente sencillo. Pero resulta muy difícil imaginar que los militantes del partido de Carles Puigdemont acaben dando el visto bueno a la operación posibilitando que JxCAT votase a favor de la investidura. Además, entre los dirigentes de JxCAT ya se habla sin tapujos del error de su secretario general, del que se dice abiertamente que ha demostrado sobradamente su incompetencia con esa promesa a los republicanos. Desde el sábado, sus correligionarios le acusan abiertamente y sin reservas de haber provocado primero la escisión del PDeCAT, que a pesar de no haber obtenido representación en las elecciones sumó suficientes votos para que JxCAT perdiese las elecciones ante ERC, y de haber propiciado ahora el portazo de ERC. El propio Carles Puigdemont tuvo que salir al rescate de su secretario general pidiendo confianza al resto de cuadros de su partido para con el equipo negociador que Jordi Sànchez encabeza. Ahora, tras el garrafal error táctico de Jordi Sànchez, los junteros intentan reconducir la situación para volver a sentarse a negociar con los republicanos. De momento, sin éxito alguno.
Si ese camino no es viable, porque las bases de JxCAT no van a facilitar un Ejecutivo que no sea independentista —y los comunes no van a echarse en brazos de la estelada—, ¿qué otros caminos quedan para evitar las elecciones? Solo dos.
El primero es que tras la tormenta regrese la apariencia de calma y JxCAT y ERC vuelvan a negociar. Es lo que quieren los de Carles Puigdemont, pero de momento Pere Aragonès se mantiene inflexible e insiste en que ya solo va a explorar la posibilidad de un Gobierno en solitario.
El argumento principal sería que el PSC-PSOE es quien ha evitado finalmente la conformación de un Gobierno independentista
El segundo, tomen nota, es un frente de izquierdas, aunque no al uso. Las negociaciones de ERC con los comunes no empezaron ayer y es relativamente fácil que puedan llegar a un acuerdo, con ellos dentro —lo más probable— o fuera del Ejecutivo. Pero, aun contando con la CUP, faltarían votos para la investidura que forzosamente deberían venir de los socialistas.
¿Pero cómo podría explicar ERC el abandono de la lógica independentista e, igual de importante, como podría explicar Pedro Sánchez que convierte en presidente de Cataluña al candidato de ERC? Los argumentos de los republicanos podrían ser estos: estamos en pandemia, es una irresponsabilidad repetir elecciones y este ha sido el único camino posible dada la irresponsabilidad de JxCAT. Nosotros no hemos pedido nada a los socialistas, pero no podemos impedir que den su apoyo a la investidura.
Y los argumentos de Pedro Sánchez y su hombre en Cataluña, Salvador Illa, podrían ser estos: por responsabilidad, hemos dado el visto bueno a la puesta en marcha de un Gobierno de ERC, al que vigilaremos de cerca. Aunque el argumento principal sería que el PSC-PSOE es quien ha evitado finalmente la conformación de un Gobierno independentista por vez primera en diez años en Cataluña y que el peligro de un nuevo embate como el de 2017 ha desaparecido definitivamente. Añadirían que Pere Aragonès es independentista, pero no su programa de gobierno. Además, Pedro Sánchez amarraría el apoyo definitivo de los diputados de ERC en el Congreso. ¿Rocambolesco? Quizá. Pero imaginable y, por tanto, posible.
El último escenario es, naturalmente, la repetición de las elecciones. Pero faltan demasiados días para no imaginar que, estando el circo todavía abierto, nos faltan algunos números por ver.