El clavo frío

ABC 05/02/16
IGNACIO CAMACHO

· El PP no tiene nada que esperar de una repetición electoral que hasta podría convertir en presidente a Pablo Iglesias

EL clavo ardiendo del PP, el de las nuevas elecciones, se ha enfriado antes de que Rajoy pueda agarrarlo. La encuesta del CIS tritura la expectativa de un avance del centro-derecha, estancado en las posiciones del 20-D. Sólo se mueven, y a peor, los vasos comunicantes en el bloque de la izquierda. El gurú demoscópico Michavila ha extrapolado los datos del sondeo a escaños y retroceden todos menos Podemos, que ganaría diez a costa del PSOE. El trabajo de campo es de hace más de tres semanas: no recoge por tanto el efecto de la espantá marianista en la investidura, el del flamante protagonismo de Sánchez ni sobre todo el de la falla de los populares valencianos, donde no queda ni un ninot indultado. Nada que esperar, pues, de una repetición electoral que hasta podría convertir en presidente a Pablo Iglesias.

Así que a Rajoy ya sólo le queda la improbable eventualidad de beneficiarse de un rebote si el candidato socialista falla sus dos tiros libres a canasta. Para ello se apresta a desestabilizar al lanzador y ponerle tapones bajo el aro. Le va a meter toda la presión que pueda, aunque ya no tiene la iniciativa porque él mismo la ha declinado. El presidente confirmó ayer que no apoyará ni facilitará con la abstención un acuerdo entre PSOE y Ciudadanos. Este asunto puede dividir a los simpatizantes y votantes del PP, que temen a los radicales populistas como al Anticristo; antes de verlos en el poder muchos se conformarían con un Gobierno moderado. Sánchez y Rivera lo saben y coquetean, el primero para legitimar como única salida el pacto de izquierdas –su objetivo real desde el principio– y el segundo para abrirle una vía de agua al marianismo. Las cosas pintan mal para el pírrico ganador de las elecciones, abocado a una etapa de oposición en la que tendrá que purgar y refundarse.

Porque el milagro que espera no va a suceder. Los socialistas le negarán su aquiescencia aunque su líder se estrelle, hasta en el caso de que el presidente hiciese «un Mas» a última hora y se apartase. Ha perdido demasiado tiempo y ha despreciado a C’s, sin intentar construir con la formación naranja una especie de mayoría moral o testimonial contra el frentepopulismo. Le queda un órdago que no lanzará: entrar en el acuerdo a tres postulando a Rivera como presidente de un Gabinete de transición para empujar fuera de la pista a Sánchez. No lo hará porque a su mentalidad convencional le parece una excentricidad. Y porque todavía cree que le puede recuperar votos a C’s si estos se acercan demasiado a la socialdemocracia.

En cualquier caso, la cuestión más antipática para el PP es que ya nada depende de él. Está en manos del PSOE y este en las de Podemos: el único beneficiado de los nuevos comicios es el que puede provocarlos. Y en el fondo Rajoy acaso piense aún que a la desesperada puede calentar en el microondas de la campaña un clavo congelado.