Tonia Etxarri-El Correo
Malestar en las bases de los partidos constitucionalistas por la forma de elegir a los candidatos
La fragmentación del centro derecha (10 millones a repartir entre tres partidos) tiene al campo constitucionalista revuelto. Es la hora de cerrar las listas electorales y pocos partidos escapan a la tentación de convertirse en un club de fichajes. Sus líderes no han dejado margen a los jefes locales para decir su última palabra con las candidaturas al Congreso y Senado. Sin contemplaciones. A dedo. Y el malestar, donde había banquillo, se expresa con críticas muy reservadas o emprendiendo una digna retirada de la vida pública, quien pueda hacerlo. Pablo Casado se ha empeñado en que el ‘marianismo’ sea un recuerdo y, como premio de consolación, algunos puedan disfrutar de un escaño en Europa. Ciudadanos, obsesionado por que la polarización enfocada por Sánchez no termine por expulsarlo del centro, busca imagen. Ganchos mediáticos.
En esta campaña de elecciones generales están en juego dos pilares fundamentales para la estabilidad del país : Cataluña y la economía. Por eso Rivera lleva a Inés Arrimadas al Congreso a la vez que ficha a Marcos de Quinto, ex vicepresidente de Coca-Cola, como abanderado de los emprendedores modernos. Su afán por atraer a los descontentos del PSOE y PP le jugó una mala pasada en las primarias de Castilla y León. Como compensación, además de pedir en público a la abogada Sara Giménez, como si de un ‘reality show’ se tratara, si quería ser la voz de los gitanos en el Congreso, anuncia la incorporación de Edmundo Bal. Un ‘campanazo’. El abogado del Estado cesado por el Gobierno de Sánchez por defender que hubo rebelión en el ‘procés’. Una vez purgado, el Ejecutivo socialista pudo borrar la palabra ‘violencia’ del escrito de la Abogacía del Estado. Conocedor del ‘procés’ como nadie, sus aportaciones sobre el conflicto que plantean los gobernantes catalanes serán muy valiosas.
El pulso entre la experiencia y el perfil mediático le está saliendo algo desequilibrado a Pablo Casado. El 73 por ciento de su cartel para las eleciones generales son caras nuevas. Se ‘cayó’ de la lista catalana Dolors Montserrat, desplazada por el fichaje estrella de la nueva temporada, Cayetana Álvarez de Toledo. El presidente del PP ha sacudido los cimientos del partido. Que la renovación llegue a todos los niveles. Agradecido a ex ministros. Pero no cabrán todos en Europa. El fichaje de Juan José Cortés, padre de Mari Luz asesinada a los cinco años en 2008, lleva el mensaje explícito de la defensa de la prisión permanente revisable. ¿Pero era necesario que desplazara del número uno a la ex ministra Fátima Báñez?, se preguntan los más mordaces. Cunde el nerviosismo en las filas populares. El fichaje de Cayetana Álvarez de Toledo está cargado de simbolismo. Se trata del retorno de una diputada ilustre del PP que dejó plantado al partido hace tres años por diferencias con Rajoy. Y ahora vuelve con Casado para recuperar el perfil más político del centro derecha que había descuidado su antecesor. Con un mensaje potente contra la deriva identitaria del nacionalismo: el 155. Ahí competirá con la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas.
En Euskadi, el malestar interno se detecta aunque no se publicite. La repetición de Javier Maroto como candidato en Álava se daba por hecho. La designación de Beatriz Fanjul, secretaria general de Nuevas Generaciones por Bizkaia, una apuesta de Casado en colaboración con Maroto. Y la sorpresa, la recuperación del ex cargo público Iñigo Arcauz como candidato por Gipuzkoa, tradicionalmente enfrentado a Borja Sémper. Alfonso Alonso ahora solo habla de Urkullu. Los trapos sucios se airean en casa. Pero estos golpes de mano de Casado le han dejado sin margen y no han gustado a muchos dirigentes populares.
Tampoco bajan las aguas apaciguadas en el PSOE. Pedro Sánchez, que ya desactivó el enfoque de las primarias por Madrid al fichar al ex entrenador de baloncesto Pepu Hernández, va segando la hierba por donde pisa Susana Díaz. Sus colaboradores han quedado fuera del cartel. La ex presidenta andaluza ha dicho que toma nota. Sánchez hace y deshace a su antojo. A José Blanco no le han servido los méritos que ha hecho en las últimas semanas. Él y Elena Valenciano no estarán en la lista europea. De estas jugadas hay que extraer una moraleja: cuando los dirigentes se erigen en defensores de las mujeres, tienen que aclarar que sólo de aquellas que les bailan el agua. La disidencia queda al margen de la causa feminista.