Al final de cada negociación entre ETA y el gobierno de turno el tiempo pone las cosas en su sitio. Como nadie les ha parado los pies, el entorno de ETA, el que intimida, seguirá envalentonándose. El ministro de Justicia desatiende su obligación de decir a ETA que vaya perdiendo toda esperanza. ¿Cómo era aquello de «primero la paz, luego la política», presidente?
Hoy es el último día de campaña. Tal como han ido las cosas, el conocido cierre electoral no pondrá el candado al clima de hostilidad electoral, porque la bronca no se parará hoy. Al contrario, a partir del día de las votaciones, comenzará la pesadilla. Por si alguien sucumbiera a la tentación de quitar importancia a todos los episodios de violencia que se han padecido estos días en el Pais Vasco (un deporte que han practicado no pocos representantes del Gobierno socialista, por cierto) ayer Otegi reapareció en Pamplona, poco después de que un artefacto hubiera sido colocada en los bajos del coche de Joseba Elola, conocido socialista de Zarautz y candidato por la lista de la vecina Getaria.
El ruido de la intimidación ya había sonado. Otegi ponía la letra: la situación es «de extrema gravedad», tituló en una conferencia de prensa en la que no admitió preguntas. Este aviso a navegantes es por si no se hubiesen dado cuenta los increpados del PNV y del PSE (los del PP ya son conscientes) de que las cosas van mal. Es decir: que el entorno de ETA, el de la calle, el que intimida, a medida que nadie les ha parado los pies durante la campaña, seguirá envalentonándose. Cada día un poco más.
Porque se han cometido un sinfín de «delitos electorales» (tal como les imputó la Ertzaintza a los dos detenidos de ANV que intentaron interrumpir un debate televisivo) sin que haya tenido mayores consecuencias en el saldo de detenidos por haber amenazado y coaccionado a candidatos y vecinos, por ejemplo.
Está el ambiente tan ‘anormalizado’, que algunos interventores del PP se están preguntando si podrán cumplir con su obligación el próximo domingo, sin que se vea alterado el derecho de la ciudadanía a depositar su voto. Porque estaban acostumbrados a que, en anteriores campañas, los activistas del entorno de ETA fueran contra el PP y PSOE (en las autonómicas del 2001), contra el PP con la excusa del Prestige ( municipales del 2003), pero ahora no se libra ni el «PNV de Imaz». ¿Quién tendrá las agallas suficientes para hacer respetar la ley electoral en pueblos pequeños de dominio abertzale donde muchos votantes quieran identificarse con el DNI vasco?, se preguntan mientras observan con qué naturalidad se habla ya del caserío de Elgoibar (escenario de los primeros encuentros entre Egiguren y Otegi) cuando las primeras filtraciones de aquellos contactos fueron acogidos por el entorno de Zapatero como «mera invención».
Al final de cada negociación entre ETA y el gobierno de turno el tiempo pone las cosas en su sitio. Pero el ministro de Justicia prefiere, como Blanco, perder el tiempo con el PP, para calentar motores para las próximas elecciones legislativas, desatendiendo su obligación de decir a ETA que vaya perdiendo toda esperanza. ¿Cómo era aquello de «primero la paz, luego la política», presidente? Pues eso.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 25/5/2007